martes, 21 de julio de 2020

El esqueleto en el armario


Y, de repente, me veo convertida en eso: un esqueleto en el armario de alguien. Un secreto del que nadie supo jamás y que fue fácil sacrificar porque no existía para el mundo, no importaba en aquel mundo.

Allí solamente era un pedazo de carne sin sentimientos, sin necesidades que contasen. Porque nunca fui alguien, sino algo, un objeto de usar y tirar. Por eso fue fácil arrinconarme en el olvido, sepultarme bajo cientos de sacos de arpillera llenos de excusas y argumentos con los que silenciar la conciencia y creer que estaba justificado asesinarme y olvidarme. Porque tu egoísmo cruel fue la mano que me sentenció.

A veces el viento se cuela entre mis costillas y hace resonar mi pena.
A veces el viento hace bailar la hoja de la daga que atravesó el lugar donde una vez estuvo mi corazón.
A veces el viento transporta el sonido de mis lamentos a través de las rendijas y le da una melodía trágica y hermosa.

Porque mi sentimiento era hermoso, dulce y puro. Inmenso. Y entre las cuerdas de un arpa habría sonado a melodía celestial, como la nieve sin pisar en las cumbres de las montañas, como la luz del sol filtrada entre las hojas de los árboles.

El cuerpo y el corazón mueren, pero ¿muere el sentimiento? O ¿acaso es como el sonido que no tiene fin? Hay palabras que quedarán expresadas en el mundo para siempre, esperando que una frecuencia las haga vibrar de nuevo. Hay recuerdos que quedarán enterrados en el mar del olvido, como el tesoro de un barco hundido perdido de los ojos del mundo y su memoria. Palabras y recuerdos que fueron mi verdad, pero no la tuya; que fueron mi razón, pero no la tuya; que yo amé, pero tú no.

Mis lágrimas, convertidas en piedra, me hunden más y más abajo. Su peso es mi losa, una losa sin nombre que recordar., una tumba sin flores abandonada. Su peso es la losa que portarás siempre, porque eres culpable de esta muerte, por muy perfecto que haya sido el crimen. Afortunadamente para ti, no tienes remordimientos ni escrúpulos que te impidan dormir. Y es el sueño el que trae el olvido.

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