martes, 28 de abril de 2020

Semana 7

49 días de cuarentena. El confinamiento empieza a pesar. No es el confinamiento en sí, es el no poder estar al aire libre y tomar el sol, por mucho que salga a comprar (1 vez a la semana) y tenga un espacio donde poder sentarme al sol unos minutos por la mañana. El ser humano, como los animales, no está hecho para estar encerrado. Pienso mucho en los presos en las cárceles o en los animales del zoo. Si esto es duro para mí, qué no será para ellos.

El trabajo está enrarecido por el tema del ERTE que se está negociando. Se nos dice que el departamento es un lugar seguro, pero no lo es. Quizás no nos impacte como a otros, pero conociendo cómo funciona la empresa, no me extrañaría nada que algo cayera. La sostenibilidad del grupo para el próximo año es delicada y se nos insta a presentar muchas ofertas con el fin de conseguir ingresos. Es agotador el número de teleconferencias diarias, una tras otra. Yo, que odio el teléfono con ganas, estoy saturada de las mismas, no solamente por ofertas, sino por temas de mercado. Incluso es inevitable tener alguna reunión más social por la distancia impuesta por el coronavirus. Pero es algo que me drena mucho.

He tenido varios días con un estrés brutal. Me salió un herpes en el ojo, que es un sitio delicado, aunque de todo el perímetro ocular creo que está en un sitio menos peligroso. Es un síntoma inequívoco de estrés. Me levanto por las mañanas con muchísima ansiedad, que no la siento tanto a nivel mental, sino a nivel corporal, en toda la parte del abdomen. Es muchísima la energía concentrada, tanta que me siento como un reactor nuclear. Sí, se ha cumplido en estos días el aniversario del accidente de Chernobyl, que es un episodio que me fascina enormemente. Pusieron unos documentales y me tuve que obligar a irme a la cama para no verlos todos de una sentada. Más que nada que me cuesta madrugar y me levanto cansada a la par que ansiosa, y es demasiada energía. Energía que no disipo como antaño.

Desde que me he comprado melatonina pura parece que hemos mejorado un poco, aunque sueño más. Hoy he tenido un sueño horrible donde me ponían anestesia y no terminaba de caer inconsciente por mi miedo a perder el control. La resistencia generaba adrenalina que se oponía al químico y lo neutralizaba. Es una metáfora bastante realista de mi vida.

Creo que no tengo mal estado de ánimo, pero hay días en que me da el bajón. No es agradable, pero no quiero mitigar esos sentimientos, porque obviamente necesitan expresarse. Llevo mejor el tema de la ira, pero ahora tengo que afrontar la tristeza. No sé qué función está cumpliendo ahora mismo: ¿adaptativa, restaurativa, internalización? Es posible que haya estado bloqueándola en estos días, poniendo una distancia emocional con los acontecimientos, aunque me gusta creer que he desarrollado capacidades de gestión emocional. Como últimamente veo tantos patrones de mi sombra, igual me creo que he conseguido algo. Sin embargo, es posible que tenga que afrontarla en su plenitud en poco tiempo: el aniversario de la muerte de Héctor y quizás la pérdida de Ozzy, que no está bien y me temo lo peor. El 19 de junio es la fecha.

Se aproxima Beltane, pero no me siento muy conectada. Si trabajo algo va a ser sobre el amor propio, está claro. Me he registrado en la ceremonia de Glastonbury. Nunca he visto una de ese grupo y tengo curiosidad por cómo trabajan. Así salgo de la continua autoreferencia del templo de Madrid. Me he apuntado también a la ceremonia que harán el viernes, pero tras ver todo lo que tengo que preparar para la misma, me estoy echando otras cuentas. No me veo amasando pasta de sal para crear una muñeca (me he visto como Gargamel moldeando a la pitufina). Simplemente, no tengo tiempo, ni ganas de hacer manualidades. Nuhmen me ha pasado una alternativa que tengo que evaluar.

Siento que la segunda Espiral no va a completarse este año. Jana no tiene intención de hacer las sesiones online y no veo que vayamos a recuperar el tiempo perdido antes de octubre, que es cuando teníamos prevista la dedicación. Me veo empezando de nuevo, considerando las dudas que tengo ahora mismo, y espero que no nos junten con los que acaben la primera en septiembre, porque ese grupo me pone de los nervios.

Manolo deja la Segunda Espiral. No me sorprende. A veces pienso que no encajaba, pero tampoco le han ayudado mucho a encajar. Se ha cansado de que sus propuestas sean rechazadas continuamente. Es cierto que estas propuestas necesitan bastante enfoque, pero nadie le está ayudando a enfocarlas. Creo que además, ser hombre heterosexual en un grupo de trabajo de energía femenina es complicado. Hay cosas que me chirrían hasta mí. Nuhmen me dice que es una batalla perdida y seguramente tiene razón, pero yo no renuncio a mi parte masculina, y además mi eneatipo empieza a activarse. De momento, estoy incluyendo al Dios Astado en mis invocaciones y, oye, tan a gusto que estoy. A veces no puedo evitar verlo como a un pastor en medio de todas esas locas que son las diosas. Pobrecillo, qué solo debe sentirse. Igual no le hago un favor invocándolo con todas ellas.

El gobierno ha anunciado que el día 2 quizás podamos salir a la calle a hacer deporte. Tengo muchas ganas de pasear despacio al sol y ver la naturaleza crecer. Seguramente ya haya muchas espigas, amapolas y malvas. Todo un espectáculo visual de la exhuberancia de la tierra. En todo caso, hoy saldré a comprar.

lunes, 27 de abril de 2020

Un gato negro

Al pasar por la Junta miró en uno de los parterres y se sorprendió al avistar la forma de un gato negro.  Hacía mucho que no veía gatos en esta zona. Al percibirla, el animal se volvió súbitamente, dejando ver sus ojos dorados, atentos a cualquier detalle amenazante que pudiera proceder de ella. Su oreja mostraba el característico signo de las colonias CES, por el cual ella siempre quería creer que se trataba de un gato asistido y controlado. Sin embargo, el animal acechaba a un grupo de palomas rebuscando comida entre los restos vegetales del suelo, en evidente postura de caza.

Por un momento pensó en pasar de largo, pero acababa de comprar latas húmedas en el supermercado y se le ocurrió que podía compartir al menos una con el animal. Él pareció entender el gesto en cuanto ella sacó la lata del envase, incluso mucho antes de abrir la tapa y dejar que el aroma de la comida se dispersara en el aire. Quizás fuera un gato feral, no podía saberlo. Se centró en ella sin perder detalle, manteniendo una distancia prudencial para poder huir en caso necesario. Pero ella sabía cómo comportarse y dejó la comida en un lateral del paseo lo suficientemente accesible para el gato como al tiempo discreto a ojos indeseados. Luego cogió la carcasa metálica y se dispuso a tirarla a la basura.

Fue entonces cuando ella se percató de que no estaba sola. Un hombre había estado observándola durante todo este rato, contemplando su acción altruista. Ella, que se amparaba en su halo innato de invisibilidad, había quedado expuesta durante un tiempo indefinido. Se sintió contrariada, expuesta y vulnerable, y levantó inmediatamente todas las defensas que torpemente había dejado caer delante del animal. Apartó bruscamente la vista de él y se marchó lo más rápido que pudo. Él sonrió.

martes, 14 de abril de 2020

Semana 5

35 días de cuarentena. Parece que hace un siglo que empezó todo, como si el tiempo se hubiese dilatado y pasara muy lentamente. Sigo llevando bien el confinamiento, aunque hay días que me gustaría salir a pasear, especialmente ahora que hace una temperatura buena y tenemos cielos grises. La ausencia de gentío hace que incluso sea más atractivo.

Si no fuera por el trabajo, la situación sería incluso más llevadera: hay montones de actividades con las que ocupar el tiempo y tengo una gran libertad para configurar el día como mejor me parezca. En el trabajo las cosas están muy revueltas. Es una sensación de que hay algo que no está bien, aunque no sepa exactamente qué. Y hoy se confirma un ERTE, que no sabemos en qué manera nos va a afectar. En realidad tengo poca capacidad de actuación y creo que lo mejor en estos momentos es mantener un perfil bajo y dejar que escampe. Yo hago mi parte y dejo que el Universo se encargue del resto. Debería ser fácil, pero la pequeña controladora que vive en mí se revuelve ante esta idea. Creo que esto me va a enseñar mucho sobre desapego y aceptación.

Nunca he pensado en un plan B y cuando intento hacerlo es como si un muro se levantara en mi cabeza impidiéndome ir más allá. ¿A qué podría dedicarme yo? ¿Qué es lo que tengo que ofrecer? Me da miedo pensar que la respuesta sea "nada". Veo a mis pares hacer movimientos de colocación en la empresa y pienso: "joder, estos sí que saben".Hay una oportunidad de moverse hacia arriba y la están aprovechando. Yo no sé si quiero eso. Quizás sea más seguro vivir en las alturas (hasta cierto punto), pero hasta la fecha la tendencia era asumir más reponsabilidad a cambio de subida cero y, sinceramente, no estoy por la labor. Es más, es que no quiero asumir más responsabilidad, sobre todo porque mi vida se compone de más cosas que la empresa y no estoy dispuesta a sacrificar esas partes por una sola, que tampoco es la más agradecida. Tampoco estoy en condiciones de ascender. Desde que asumí mi nuevo rol me siento tremendamente incómoda: a veces me siento que sobro, a veces me siento incompetente. Y todo parece tambalearse.

Pero no son tiempos para las florituras. Así que es tiempo de refugiarse y capear el temporal de la mejor manera que se pueda, lo que nos dejen. "Cada uno hace lo que puede con lo que tiene mientras puede". Es un pensamiento un poco derrotista y triste. De esos que seguramente crean realidades indeseadas, según el libro "Transurfing". Acabo de empezarlo a leer. Es un tocho importante. Yo diría que lo ha escrito un eneatipo 5. En él se explica el modelo de las infinitas alternativas y cómo intentar escoger la que uno quiere (ojo que el libro indica que los sueños no se cumplen). Quizás sea todo mentira, pero me encanta la forma en que lo expresa con términos físicos y metáforas cotidianas. Hay frases que me subliman, como ideas increíbles que admirar, independientemente de si son absurdas o no. En cierta forma rozan la poesía prosaica, si eso existe. Si sigue así, conseguiré terminarlo, cosa que no conseguí con "Curso de Milagros".

Sé que uno de mis retos, incluso previo al coronavirus, era divertirme más. Tiene mucho que ver con deshacerme de todas las capas que me he creado alrededor, cual coraza, de toda esa rigidez que me envuelve y me impide avanzar, que me hace ser lenta, que me hace dar respuestas densas, que me hace ver todo difícil y complicado. No tengo un método, pero tengo una intuición: me encanta bailar. El sábado me apunté a una clase de bachata online y decidí, no sé por qué, prepararme un cubata, arreglarme y pintarme como si estuviese en una discoteca. Incluso rescaté los zapatos de salsa para la ocasión. Retiré la mesa del salón y me creé una pista de baile. Me lo pasé como una enana. Se me da bien seguir los pasos, me gusta la música en general y tengo sentido del ritmo y la coordinación. Cuando bailo, me siento libre. Es un poco lo mismo que cantar. Tiene que ver mucho con expresar lo que uno es. Hacía mucho que no me sentía tan contenta y entusiasmada. Ojalá repitan pronto las clases para poder unirme a ellas y tener unos momentos de evasión. Evasión en mi ser.