domingo, 12 de julio de 2020

Despedidas

El amanecer suele ser un bálsamo para mí alma, con su silencio, su tranquilidad y su frescor. Un momento de serenidad antes de que el día tome impulso y el bullicio tome la realidad. Hoy, incluso, ha llovido, como si el día quisiera acompañar mis lágrimas nocturnas. No he dormido bien, no he dormido mucho, llorando por todas las despedidas que voy a tener que hacer en un plazo corto.

Son despedidas distintas pero todas son una pérdida definitiva. Todas van a dejar un vacío muy grande y una gran pena. No son fáciles para mí y siento como si el alma se me desgarrara de dolor. Hacía un tiempo que no sentía esto y no esperaba sentirlo tan pronto. Y seguramente no estoy sintiéndolo en toda su fuerza, intentando desviar la emoción hacia otro lugar para que no me engulla. Porque no soy capaz de sostenerla. 

Solamente me apetece llorar y dormir, las dos grandes curas. La tercera sería el agua, pero ahora mismo no estoy para ella. De hecho, voy a cancelar la reserva de la piscina. No sé sostener la emoción, no sé despedirme, no sé hacer el duelo. Y me siento tan abatida que ni fuerzas me quedan para nada más. Estoy muy cansada anímicamente. 

Nadie te prepara para la muerte, sea literal o metafórica, como si nunca fuéramos a pasar por ello. Nadie te enseña cómo afrontar la pérdida. Pero todo mueren y tú te quedas aquí, aturdido de dolor, intentando mantener juntos los pedazos de ti que se han desgajado, intentando que tu corazón no se resquebraje. Intentando seguir adelante cuando ni siquiera sabes a dónde vas, ni para qué. Nada tiene sentido. 

Cómo acompañas a alguien que va a morir? Qué le dices? Qué haces? Cómo te comportas? Porque tú no eres importante, pero quieres hacerle saber a la otra persona que ella sí lo es, que es querida y admirada, que su vida ha tenido sentido simplemente por haber tenido una influencia en la tuya, que agradeces tantos recuerdos juntos. Pero temes ser torpe y caer en un lenguaje banal y manido que cause más dolor que ayuda. Y da miedo. Pero da más miedo no poder decir adiós. Quizás me da más miedo por mí y por el impacto que puede tener la experiencia. No es que no haya pasado por esto antes, pero me abruma el tener que pasar por ello nuevamente, no sabiendo si podré mantener la templanza. Pero es ahora o nunca. No habrá otra oportunidad, salvo en el cementerio, una vez que el ataud baje a la tierra.

Cómo te despides de alguien que se marcha para no volver? Con quien no vas a volver a hablar? A quien no vas a volver a ver? Una decisión unilateral en la que te quedas fuera, como siempre, porque nunca has importado las suficiente como para ser una variable. Porque no te han planteado posibilidades de seguir en el juego. Un juego que has jugado a pesar de las dificultades, por el que has sacrificado tanto y en el que has puesto tanto. Un juego en el que te has entregado en cuerpo y alma porque no sabes darte si no es entera. Has apostado y has perdido, como siempre. Y a nadie le importa si ahora estás hecha añicos y no sabes cómo vas a superar el dolor.
Entiendes el porqué de la decisión, pero no querías ser el lastre del que se desprende sin consideración y sin contemplaciones. En el fondo, esperabas significar algo, pero nuevamente te has dado de bruces con la realidad, esa realidad que siempre estuvo ahí y nunca quisiste ver: no eres suficiente, no vales nada, no importas nada.

Y cómo te despides de algo que querías y que no va a ser jamás? Un sueño que tanto deseaste y que muere para siempre? Y cómo matas esa parte de ti que tanto anhelaba ese sueño? Cómo aceptas lo inevitable? Cómo te rindes si te niegas a aceptarlo? Como calmas esa parte de ti que aulla de desesperación? 

Y habrá más pérdidas. 

Así que ahora miro el vacío y duele. Duele tan insoportablemente. Y me doy cuenta de que me siento perdida en un lugar muy frío y oscuro, y que no sé dónde está la salida, si la hay. Y no es la primera vez que estoy aquí, pero había olvidado cómo se siente uno en el destierro y el olvido. 

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