"Lo hizo y sintió que ella le ponía algo en la palma. Era diminuto pero, extrañamente,
pesaba mucho. Daba frío y era duro y muerto al tacto.
-¿Qué es esto, Hija de la Luna?
-Un grano de arena -respondió ella-. Es todo lo que ha quedado de mi reino sin fronteras. Te lo regalo.
-Gracias -dijo Bastián maravillado. Realmente no sabía qué hacer con el regalo. ¡Si por lo menos hubiera sido algo vivo!
Mientras reflexionaba aún en lo que sin duda esperaba de él la Hija de la Luna, sintió de pronto en la mano un delicado cosquilleo. Miró con más atención.
-¡Mira, Hija de la Luna! -susurró-. ¡Empieza a fosforecer y brillar! Y, mira, brota una llamita. No, ¡es un embrión! Hija de la Luna, ¡no es un grano de arena! ¡Es una semilla luminosa que empieza a crecer!
-¡Muy bien, Bastián! -le oyó decir a ella-. ¿Ves? Te resulta muy fácil.
Del puntito de la palma de Bastián salía ahora un resplandor apenas perceptible, que rápidamente aumentó, iluminando en la oscuridad aterciopelada sus dos rostros de niño, tan distintos, inclinados sobre el prodigio. Bastián retiró lentamente la mano y el punto luminoso quedó flotando entre los dos como una estrellita.
El embrión creció muy aprisa, y se podía verlo crecer. Echó hojas y tallos, y desarrolló capullos que se abrieron en flores maravillosas y de muchos colores que relucían y fosforescían. Se formaron pequeños frutos que, en cuanto estuvieron maduros, explotaron como cohetes en miniatura, esparciendo a su alrededor una lluvia multicolor de chispas de nuevas semillas."
("La Historia Interminable" de Michael Ende)
Soy una semilla. Ahora reposo en el interior de la tierra, esperando el momento de germinar. De momento aguardo mi oportunidad de emerger de la tierra que me acuna, con esa ansiedad que solo los inicios poseen, mezcla de ilusión pero también de miedo e inseguridad. No tengo prisa y estoy impaciente.
Mientras llega, dejo que la tierra me abrace y me meza, como la madre que es, refugiándome en su abrazo y su calor, nutriéndome de su amoroso vientre.
¿Cómo será germinar? ¿Habrá una señal que me dispare o simplemente el cambio pasará por encima de mí sin ser consciente del mismo?
Una bellota contiene el potencial de un roble, incluso el potencial de un robledal ¿cuál será el mío? Ah, no importa. De momento me conformo con ser semilla, disfrutando de esta fase, del inicio, de las posibilidades, del sueño de escuchar la llamada de la luz y la vida. Duermo y espero.
-¿Qué es esto, Hija de la Luna?
-Un grano de arena -respondió ella-. Es todo lo que ha quedado de mi reino sin fronteras. Te lo regalo.
-Gracias -dijo Bastián maravillado. Realmente no sabía qué hacer con el regalo. ¡Si por lo menos hubiera sido algo vivo!
Mientras reflexionaba aún en lo que sin duda esperaba de él la Hija de la Luna, sintió de pronto en la mano un delicado cosquilleo. Miró con más atención.
-¡Mira, Hija de la Luna! -susurró-. ¡Empieza a fosforecer y brillar! Y, mira, brota una llamita. No, ¡es un embrión! Hija de la Luna, ¡no es un grano de arena! ¡Es una semilla luminosa que empieza a crecer!
-¡Muy bien, Bastián! -le oyó decir a ella-. ¿Ves? Te resulta muy fácil.
Del puntito de la palma de Bastián salía ahora un resplandor apenas perceptible, que rápidamente aumentó, iluminando en la oscuridad aterciopelada sus dos rostros de niño, tan distintos, inclinados sobre el prodigio. Bastián retiró lentamente la mano y el punto luminoso quedó flotando entre los dos como una estrellita.
El embrión creció muy aprisa, y se podía verlo crecer. Echó hojas y tallos, y desarrolló capullos que se abrieron en flores maravillosas y de muchos colores que relucían y fosforescían. Se formaron pequeños frutos que, en cuanto estuvieron maduros, explotaron como cohetes en miniatura, esparciendo a su alrededor una lluvia multicolor de chispas de nuevas semillas."
("La Historia Interminable" de Michael Ende)
Soy una semilla. Ahora reposo en el interior de la tierra, esperando el momento de germinar. De momento aguardo mi oportunidad de emerger de la tierra que me acuna, con esa ansiedad que solo los inicios poseen, mezcla de ilusión pero también de miedo e inseguridad. No tengo prisa y estoy impaciente.
Mientras llega, dejo que la tierra me abrace y me meza, como la madre que es, refugiándome en su abrazo y su calor, nutriéndome de su amoroso vientre.
¿Cómo será germinar? ¿Habrá una señal que me dispare o simplemente el cambio pasará por encima de mí sin ser consciente del mismo?
Una bellota contiene el potencial de un roble, incluso el potencial de un robledal ¿cuál será el mío? Ah, no importa. De momento me conformo con ser semilla, disfrutando de esta fase, del inicio, de las posibilidades, del sueño de escuchar la llamada de la luz y la vida. Duermo y espero.
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