viernes, 11 de enero de 2019

9 meses, 12 meses

Hace un año murió mi abuela Valentina, mi abuela paterna. Creo que su duelo fue bien gestionado: se trataba de una mujer de avanzada edad, con una buena vida, con todo completo (¿really?), y fallecida por muerte natural. Mi voz interior me dice "¿Acaso no es la muerte algo natural? No hay nada más natural en la vida que la muerte". Puede ser, pero las pérdidas duelen mucho, y además nos ponen delante un espejo del momento de la muerte que todos vamos a experimentar en nuestro futuro. La muerte nos remueve emocionalmente y nos hace mirar la sombra, eso que es tan genialmente incómodo y molesto.

También hay muertes y muertes. Las muertes violentas son más difíciles de gestionar. También lo son las muertes en edades muy tempranas, como si algo hubiese quedado interrumpido, aunque quizás toda muerte sirva a un propósito que forma parte de algo más grande que no somos capaces de entender. La muerte de BH fue algo así. Cuánta pena causa una cosa tan pequeña. Mi estrellita fugaz.

Hoy celebro también el aniversario del que podría haber sido su nacimiento. Desconozco en qué día concreto habría nacido, pero teniendo el aniversario de mi abuela (su bisabuela) tan próximo, me sirve para rendir homenaje a ambos. Por eso estoy tan triste hoy. A pesar de haber racionalizado ambos eventos, a pesar de tenerlo claro a nivel lógico, a nivel emocional es otra cosa. Se ha reactivado el duelo. Supongo que es la forma en que mi Inconsciente gestiona estas memorias, y así debe ser. Así que lloriquearé un poco durante el día, sintiéndome mohina y retraída.

Paz me ha dicho que haga un ritual de celebración de la vida, pero no se me ocurre ninguno. Había pensado en visitar el cementerio, pero quizás eso no represente una celebración. Estoy haciendo también un ritual de separación, donde intento dejarlos ir a ambos, dándoles las gracias por haber formado parte de mi vida y por las lecciones que me han dado. Si soy sincera, no entiendo muy bien cómo el ritual influye en mi Inconsciente, pero ¿quién soy yo para objetar al Dr. Sellam? Pero celebración como tal...no sé, quizás me saque a cenar y me lleve a mis fantasmas conmigo.

En la terapia, Paz me ha preguntado cómo era mi abuela. Realmente era una persona muy desconocida para mí, a pesar del trato habitual. ¿Qué sé yo de sus gustos, de sus inquietudes, de sus sueños, de sus penas? "¿A quién te recuerda?". Sí, a mí. No era consciente de que ella era un espejo tan grande. El mandato familiar no viene por ella, aunque quizás es a través de ella que está formalizado. A fin de cuentas ella es la "cabra", la que me conecta con los esquemas masculinos de mi sistema que he venido cumpliendo, la búsqueda del padre. Ella es el capricornio de mi vida. Manda narices...

Hoy se remueve todo un poco. Es como tocar la herida de nuevo. Está cerrada, pero duele si te tocan en ella. Yo ya no tengo futuro, y la mayor parte del tiempo ya no me importa, pero a veces, como ahora, me causa un poco de ansiedad y de vértigo, y pienso que he perdido el tiempo, y que todo es muy injusto, y que me siento estafada en el plan de vida que me ha tocado, y que siento mucha rabia, y mucha impotencia, y mucha frustración. Pero al mismo tiempo yo ya no soy esa que llora, y me puedo disociar para observarme y ver que las cosas no me van a afectar de igual manera que antes, porque una parte de mí ha muerto, y la otra está evitando apegarse a las cosas, a las personas, a los acontecimientos. Desde esa posición, puedo acompañar y consolar a la que fui, la que llora la pérdida de su abuela y su bebé, y todas las pérdidas de su vida.

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