Tradicionalmente la puerta del león se toma el 8 de agosto. Ese día la Tierra se alinea con el Centro Galáctico y con la estrella Sirio (constelación Canis Maior) que abre un portal muy potente de evolución humana. Todo esto sucede cuando el sol está en el signo de Leo, de ahí su nombre.
Sin embargo, para mí hay una puerta mucho más cercana, que es la luna nueva en el signo de Leo, que se produce cuando las luminarias se juntan en este signo. La luna nueva de Leo es gloriosa, como todo lo que se relaciona con este signo, que es soberanía, liderazgo, poder, brillantez, expansión, luminosidad, creatividad...
Pero este año este evento para mí carece de ese esplendor y lustre debido a mi pésimo estado de ánimo. ¿Cómo podría siquiera querer empezar nada? ¿Cómo querría brillar cuando esto velada por una sombra tan grande? Para sembrar, hay que hacerlo con alegría e ilusión, y yo en estos momentos carezco de ambos. Sembrar parece un acto frustrado desde el comienzo. Nada crece en el invierno.
Hoy leía algo así como que una persona no necesita amor, sino poder amar. Porque amar es primavera, y cuando amas hay luz, belleza, armonía, expansión y apertura. Y el amor no necesita ser perfecto, sino verdadero, pero necesita de presencia, de entrega y de ganas. Si no hay presencia, no es amor, es una idea sobre el amor. Las ideas tienen la costumbre de creerse mejor que los hechos, porque son una distorsión de la realidad, pero obras son amores.
Y Leo es amor. Y es pasión. Leo es la hoguera que arde majestuosa, calentando los rincones fríos del alma. No solo es la carne trémula bajo la caricia del amante, el calor de la piel en contacto con la piel, el ardor de la fusión de los cuerpos; más bien es el abandonarse en el abrazo de quien te quiere y te cuida, sabiéndote acogido, sabiéndote admirado, sabiéndote que te miran ojos que aprecian la esencia que eres, más que la carcasa que habitas. Ahí eres rey, eres grande y poderoso, fuerte e inmenso. Allí no son necesarios los resultados, ni los estándares, ni las apariencias, sino la libertad de ser y de ser amado por ser.
Pero a mí no me ama nadie. Tengo la herida de ser insuficiente, de ser defectuosa, incluso maldita. Soy la colilla que se desecha en el suelo de mala manera una vez apurada. Yerma y vacía. ¿Qué podría crecer en un sustrato así? No, la puerta del león no se va a abrir para mí este año. Solamente quiero envolverme en la oscuridad y dormir.
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