viernes, 14 de agosto de 2020

Campos de Castilla

Levantarse al alba con el canto del gallo entre campos de horizontes infinitos. La inmensidad me hace sentir pequeña, pero al mismo tiempo siento que puedo expandirme sin límites, que puedo diluir la ansiedad, normalmente concentrada en la frontera que es mi cuerpo.

Castilla reluce bajo los primeros rayos, dorada de cereal recién segado, como mi pelo ondeando en la brisa matinal.

En mi cabeza se despiertan melodías que, más que a jota, suenan a Sting:

"Will you stay with me, will you be my love

Among the fields of barley

We'll forget the sun in his jealous sky

As we lie in fields of gold"

Castilla es cereal, pero también es jara, retama, hinojo, espárragos y monte bajo; álamos y encinas, perdices, conejos, corzos, milanos y golondrinas.

Castilla son fortalezas y atalayas. Siempre a la defensiva, siempre guerrera y territorial. No es ambición, estatus o reputación, sino trabajo duro, modestia, austeridad; también honestidad. 

Castilla no es mariposa, es sillar de los que te sostienen en horas bajas y hogaza que nutre.

Es dura y áspera en la superficie, curtida por el sol y el embate del viento, pero su corazón es miel. Su su belleza, sus tesoros y su abundancia no son para cualquiera, solamente se muestra a los ojos educados, a los ojos que ven más allá de lo aparente, que buscan verdad y autenticidad. Se abren solamente para quien tiene el valor de luchar por ella, quien se esfuerza por ella, quien demuestra ser merecedor.

Castilla es Metragirta y Cibeles. 

Castilla soy yo.

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