lunes, 7 de octubre de 2019

Joker


Desde el verano no había regresado al cine y lo hago por la puerta grande, con una película estupenda y una actuación maravillosa. No sé si Joaquin Phoenix está nominado al Óscar, pero debería. Es increíble la cantidad de matices que tiene el personaje y una actuación que incluye todo lo que es su persona, que inunda la pantalla en prácticamente todo el metraje. La película es el Joker, y Joker es Joaquin.

Desde luego no es una película de superhéroes (o más bien de anti-héroes) al uso. Nada que ver. Es una película centrada en la naturaleza humana, de cómo se construye un villano, que en realidad no lo es tanto. Me resulta fácil empatizar con Arthur y comprender (que no compartir) lo que le lleva a ser el Joker, una vez que se han transgredido todos los límites morales y mentales. Porque Joker, en realidad, es un enfermo mental que vive en la marginalidad, donde no es nada ni nadie. Allí lucha con un trauma que arrastra desde pequeño, del que es completamente inconsciente, hasta que se va revelando y le hace estallar. Es un tipo calificado como raro por la sociedad, de esos de los que todo el mundo se aparta o abusa. Es una persona tan aislada que hasta se pregunta sobre si su existencia es real. Porque Arthur quiere conectar con la gente, pero no lo consigue. En parte, es porque su enfermedad le pone en situaciones que los demás no pueden comprender, como esa risa incontrolable que se desborda en los momentos más inapropiados. La medicación ayuda a mantener la enfermedad más o menos a raya, pero llegan los recortes en sanidad y todo se descontrola.

Arthur mata a unos brokers de bolsa en el metro en un acto de auto-defensa. Hay ensañamiento porque en ellos vuelca una frustración largamente arrastrada. Es el primer límite que cruza, aunque considero que no es ése el momento en que se transforma. Lo peor llega con su madre enferma, a la que cuida desde hace años, y que resulta ser una de las responsables de su estado. Muerta la madre ya no quedan límites morales que no puedas superar. Cuando no tienes nada que perder, se pierden los límites. Su acumulado odio se vuelca hacia las clases más elitistas, como las que representa Thomas Wayne, el padre de Batman, persona clasista donde las haya. Es fácil sentirte en una superioridad moral y personal cuando eres rico y estás en un puesto alto. No es un ser simpático ni cercano. La muerte de los brokers y la arrogancia de Wayne prenden fuego a un polvorín social de los marginados  de Gotham, que se ven representados por un héroe fortuito. ¿Quién representa a los descastados, los que no tienen voz, los olvidados? El Joker. Sus formas pueden ser reprobables, pero no están exentas de cierta justicia. Y así comienza el caos.

Muy recomendable.

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