miércoles, 16 de octubre de 2019

La osera


Es hacia dentro, siempre hacia dentro. Cuando el mundo exterior es frío y hostil, lleno de egoísmo, dureza, desprecios y crueldad, es hacia dentro. Allí, en lo profundo del corazón, hay un espacio seguro para mí. Es un lugar pequeño, inaccesible y resguardado, donde puedo cobijarme y refugiarme. El aire es seco y cálido, y una luz tenue ilumina las paredes de la cueva. Allí me siento segura, protegida y a salvo, lejos del mundo y sus sinsabores. El silencio lo llena todo y se respira tranquilidad. Allí me aparto y me lamo las heridas, lloro, me acuno, me atiendo, me cuido, me abrazo.

Y a veces viene ella, Adartia, la osa, a tumbarse conmigo para hacerme compañía, para que me refugie en su pelaje suave y mullido, para que me sienta querida. Ella apela a mi niña interior, la que llora, la que se duele, la que ha sido vapuleada, y la recoge para fundirla en un abrazo amoroso y protector donde nada importa, salvo ella. Para variar.

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