miércoles, 11 de septiembre de 2019

Síndrome del impostor

Se anuncia la Expert Convention de la empresa en Madrid esta semana. Vista la pasada edición, que tuvo una afluencia masiva, este año se han dedicado a invitar en primera instancia a aquellos que tienen una categoría superior. Hay como varios niveles dentro de toda la masa, formada por unas 2000 personas en todo el mundo, pero los de nivel superior deben ser unos 300. Yo formo parte del grupo grande, es decir, de los que no están invitados. No me importa mucho porque siento que no tiene mucho sentido mi participación en el evento, ya que ni siquiera participo en las conferencias regulares convocadas en mi dominio. Yo pertenezco al dominio de seguridad. Me di de alta cuando formaba parte del grupo de Financial Services, donde participaba en proyectos de ciberseguridad. Entonces quizás tenía más sentido, ya que estaba más al tanto de las tecnologías, especialmente de la seguridad prescriptiva a través de los SIEMs. De eso hace ya dos años. Luego llegó la gestión de la PMO y con ello el fin de cualquier relación con la parte técnica, ni siquiera de manera tangencial.

A veces echo de menos esa parte y, de vez en cuando, me gusta conectarme a ese mundo. Es uno de mis mundos, para mí que pienso de forma compartimentalizada (pero porosa). Me gusta porque me conecta con una parte que ha sido importante en mi vida, la ingeniería, aunque yo nunca he sido muy buena a nivel técnico. A mí lo que se me daba bien era conceptualizar y buscar patrones, lo de bajar las ideas y las teorías a tierra no ha sido mi fuerte. Pero la parte que se me daba bien me ayudaba mucho como jefe de proyecto para no perderme en el desarrollo del proyecto, hasta tal punto de poder seguir las discusiones técnicas sin problemas o ser capaz de entender los sistemas que estábamos generando. Sé que en la PMO no todo el mundo tiene esa capacidad y creo que es una limitación para ellos. Me ha costado mucho reconocerlo y aceptar que no toda la gente puede hacer según qué.

Como la convención es en Madrid, abrieron la invitación a todos los que residimos aquí. Decidí apuntarme como una oportunidad de hacer algo distinto a lo que suelo hacer. Así que ayer me planté en el hotel del congreso y formalicé el registro. Me encontré allí a varias personas de mi departamento y de mi sede. A algunas las conocía solamente por twitter, lo cual está bien porque ayuda a desvirtualizarlas. Las presentaciones iniciales fueron un poco aburridas, hasta que salió el jefe de la comunidad científica, un señor setentón que tiene una mente lúcida y mucha energía, y que da gusto oírle hablar sobre tecnología de lo bien que expone. Los que le conocen dicen que es muy mandón (por eso de que es la mano derecha del CEO global), pero que tiene una visión clarísima de hacia dónde tiene que ir la tecnología, y la empresa. Esa visión la impone dentro de ese grupo de excelencia, pero me temo que no baja más allá, o es lo que parece desde donde estoy yo en la sede de Iberia. Me da bastante pena que no haya una alineación mejor entre el futuro y el presente, pero teniendo en cuenta que en España trabajamos fundamentalmente con administración pública, parece una misión imposible que nadie quiera invertir en lo que promulga la comunidad científica. Por no hablar de los intereses parciales de los comerciales.

La sala estaba llena. Debíamos de ser unas 300 personas allí reunidas. Mayoritariamente hombres, es verdad, como suele pasar en el mundo ICT que yo conozco, y la media de edad tirando hacia arriba. "Mucha corbata y poca camiseta" lo definió mi compañero Ángel, y es la mejor descripción que se puede dar de la audiencia. Si al menos todos todos fueran tan visionarios y comprometidos como el jefe de la comunidad científica, se podría decir que la empresa tiene un gran potencial innovador, pero me temo que tampoco. Y eso que parece que hacemos bastantes patentes (¿Patentes de qué?). Entre tanto yo preguntándome qué hacía allí.

Se llama "síndrome del impostor". Es esa sensación de saberte fuera de lugar de donde estás, especialmente por falta de competencia. Es el no exponerte para que los demás no descubran tu falta de competencia. Esto me ha pasado mucho en mi carrera profesional, especialmente en mis comienzos como ingeniera hardware. Entonces se juntaban muchos factores al tiempo que no me ayudaban mucho. Con el tiempo me pasa menos, quizás porque he ido encontrando mi sitio y me he ido capacitando en algo que sí soy capaz de manejar, pero de vez en cuando surge de nuevo, y no es una situación demasiado agradable. Es lo que siento al estar entre estos expertos, que dedican su tiempo a la tecnología. Lo veo en mi compañera Ana, una persona destacada de la comunidad científica, con sus conocimientos de Edge y swarming. Ella vive para esto, está claro. Yo no.

No me siento con ganas ni con capacidad de dedicarme a estas cosas. No sé cómo hacerlo, ni sé si quiero hacerlo, porque mi vida se compone de muchas más facetas que quiero atender. Antiguamente el trabajo lo ocupaba todo, pero ahora busco nutrir otras áreas que también forman parte de mi persona. Quizás lo que debiera hacer es cambiar mi estrategia en el trabajo: abandonar un poco la parte operativa y tomar más perspectiva, dedicando tiempo a "afilar el hacha". De esta manera quizás podría dedicarme a temas de mi propio desarrollo personal en el entorno labora, que lo tengo bastante abandonado. Si me capacito un poco, quizás pueda combatir esa sensación de incompetencia, aunque corro el riesgo de caer en un perfeccionismo innecesario. Esta es mi tarea de reflexión para esta semana.

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