miércoles, 31 de julio de 2019

El límite de la cuerda

Cuando estaba en RF me destinaron a un proyecto "secreto" con una persona que prometía romper el vendor lock-in de ciertos monederos. Se llamaba Ariel y es, posiblemente, la peor persona con la que me he topado en el mundo, o al menos, una que me hizo mucho daño. Lo calé el primer día de trabajo por un comentario que hizo de uno de mis compañeros, al cual todavía no conocía. Pronto vi que era controlador, manipulador, cizañero, desconfiado, veleidoso, mezquino e incapaz de asumir sus errores. Nos trataba fatal a todos y siempre iba a ver si nos pillaba en un renuncio. También leía nuestros emails para poder echarnos en cara las cosas que habíamos escrito en ellos.

Yo lo pasé fatal en ese periodo. No tenía recursos para gestionarlo emocionalmente y regresaba a casa llorando todos los días. Pedía a mi jefe en RF cada día que me sacara de allí, y mientras intentaba soportar la situación como podía, quizás porque tenía la creencia que era un deshonor y una debilidad rendirse. Hasta que un día no pude más y decidí que no me importaba nada. Me puso una prueba de programación y yo decidí no hacerla, aunque me costara el despido. En ese momento, me relajé y las cosas cambiaron. Mi jefe me sacó de allí, aunque tuve que lidiar con el proyecto durante mucho tiempo, y un día en que quiso quedar conmigo para manipularme y echarme más mierda, me fui al contrafóbico y le solté toda la frustración, la impotencia, y la rabia que llevaba por dentro. No creo que mucha gente le hubiese hablado así antes. Me quedé muy a gusto, pero no fue un proceso gratuito. Los meses de "maltrato" continuado me pasaron factura y me costó mucho recomponerme porque interiormente algo se había roto en mí. No era mi autoestima, porque me queda claro que entonces no era demasiado buena, pero tenía que ver con mi capacidad.

Desde entonces he observado que ese comportamiento se ha repetido en mí. Me entrego mucho a las cosas, hago todo lo que está en mi mano porque funcione, porque salga bien, aguanto carros y carretas hasta límites insospechados. Pero tengo un límite. Me cuesta llegar al mismo, pero cuando llego, se acabó todo. La cuerda se rompe. Me bajo de la partida y no quiero saber más del tema, por mucho que haya invertido, por mucho que tenga que "ganar". No me compensa y el premio pierde su valor por completo.

Porque llegar al límite supone ir en contra de lo que soy y lo que creo, me hace daño, y me pone en peligro. Supongo que podría forzarme y cruzarlo, pero el precio sería muy alto para mí. Porque no es lo que quiero, porque quizás no es el momento de hacerlo. De hecho, llegar al mismo, ya me causa mucho daño, el cual me cuesta mucho reparar. Siempre digo que cuando haces daño, puedes reparar, pero jamás se vuelve a ser el mismo. Es imposible. Algo se ha roto por dentro definitivamente. Nunca sabes muy bien qué es, aunque ves señales: pérdida de ilusión, de entusiasmo, de alegría, de confianza, de entrega, de amor...En cierta forma, es una especie de muerte.


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