lunes, 22 de julio de 2019

La voz del océano


Noctiluca, la que brilla por la noche. Así llamaron los romanos a esta diosa antigua del mar que adoraban los fenicios. Ellos la llamaban Malac, de cuyo nombre procede el nombre "Málaga". Y allí precisamente es que he pasado el fin de semana con algunas de las sacerdotisas de Iberia. Era una excursión que se había comentado en el chat de la tribu, pero que se ha consolidado en el último mes. En principio, la idea de la excursión era visitar la cueva del Tesoro del Rincón de la Victoria, consagrado a la diosa Noctiluca y buscar un lugar para la dedicación de las chicas de la rueda de Noctiluca que dirige Athe. Sin embargo, me encontré con que íbamos a sostener a Iriome en un ritual público que es parte de sus prácticas de la segunda espiral, al cual había llamado "La voz del Océano".

Por fin conocía a Iriome, a la cual solamente la conocía por foto y por el chat de la tribu. Ella vive en Granada, pero viene a Madrid a realizar su formación de la segunda espiral. Jamás habíamos coincidido hasta ahora. También me ha permitido conocer a Raquel, que pretende empezar la tercera espiral este año. Y además he reforzado lazos con Athe, sacerdotisa de Iberia, que participa como "lovely" en mi espiral. Convivir con ellas iba a ser un reto para mí, por mis tendencias evitadoras, mi fobia social. De hecho, la situación me estresaba muchísimo. Sin embargo, al mismo tiempo, me ha venido muy bien como experiencia. ¿Cuándo he tenido yo un viaje de chicas? Pues diría que nunca. He viajado mucho con mi hermana, pero no es lo mismo. Éstas eran personas poco o nada conocidas para mí y me iban a sacar totalmente de mi zona de confort. A ratos me he sentido incómoda, porque me he sentido fuera de lugar, pero también la experiencia me ha enseñado mucho sobre mí, sobre la gente, sobre las relaciones y sobre el sacerdocio de la Diosa.

Lo bueno de ser un 6 es que basculo mucho al 9, y ahí es fácil adaptarse. Es una posición cómoda para encajar, pero también es horrible para expresar lo que realmente quieres tú individualmente y no pensando en el grupo. Eso me cuesta mucho y está claro que es un punto a trabajar, pero también es verdad que en un grupo la individualidad debe modularse para poder llegar a consensos. Aquí me he dejado llevar más que otra cosa y todo ha estado al servicio del ritual de Iriome.

En todo grupo siempre hay alguien que es más complicado por su forma de comportarse. Si no lo encuentras, quizás eres tú. Pero en este caso, Raquel ha sido la "especial" del grupo. Para mí es un eneatipo 7 que se va muchísimo al 1. Eso le hace tener opiniones muy fijas que cree absolutas, y eso crea fricciones. Conmigo ninguna, porque suelo andar con pies de plomos cuando se trata de desconocidos, pero sí con Athe. Han tenido algún momento tenso, pero he intentado que eso no me afectara, y creo que lo he conseguido. Creo que es positivo: dejar que las cosas sean y mantenerme serena.

Iriome me parece un eneatipo cuatro. Es una niña encantadora. Habla por los codos y es bastante payasa, lo cual la hace divertida. Esa faceta suya me ha ayudado a conectar con el arquetipo de la Doncella, que lo tengo muy poco trabajado. Con Iriome he aprendido a emerger de las aguas como una diosa sirena ("siempre sirena, nunca insirena") y a ser capaz de "apreciar" los vídeos absurdos que le gustan a ella. Si hasta me he permitido recomendarle a Alejandro un vídeo de Wendy Sulca que me ha enseñado Iriome. Aunque la diferencia de edad entre ambas es notable, queda reducida cuando yo conecto con mi Doncella y apelamos a la madurez de Iriome. Me fascina y me asombra sus reflexiones sobre lo que es el sacerdocio, lo mucho que lo tiene interiorizado y cómo lo vive. Tanto ella como Athe me han hecho ver una relación con la Diosa (o con la Divinidad) mucho más relajada que la mía, que es tan formal y tan temerosa. Ellas honran a la Diosa, pero se permiten descojonarse de muchas cosas. Y eso me ha ayudado a mí a cambiar la perspectiva, hasta el punto de que cuando pasamos el embodiment, me permití el lujo de comentar que Noctiluca era una cachonda por hablarme en fenicio y decirme después que yo entendía perfectamente el significado de esas palabras.

El grupo se completó con Gabby, mi hermana de espiral, que vino desde Almería con su marido y su hijo, Nieves, otra sacerdotisa de Iberia que reside en Málaga, Lith, una bruja solitaria de la zona que conoce a Athe por temas un poco truculentos relacionados con otra sacerdotisa de Noctiluca (y es que ojito con los egos espirituales), y su marido Adolfo. Fue un grupo muy agradable, aunque la mayoría de las conversaciones versaron sobre temas paganos. Supongo que es lo normal como nexo de unión entre todos, pero a ratos carga un poco. Las otras conversaciones versaron fundamentalmente sobre las relaciones de pareja. Es muy curioso las historias que relata la gente.

Iriome había diseñado un ritual dedicado a Noctiluca sobre la voz del océano. Conjugaba varios aspectos: recuperar las costumbres antiguas que han sido robadas por los cristianos, exteriorizar nuestra propia voz interior, la voz del océano que llevamos cada uno, y dar voz al océano al que todos pertenecemos y del que todos procedemos. Fue un ritual muy bonito y muy simbólico. Conectamos con nuestro animal de poder marino. El mío resultó ser un pulpo. "Eres Úrsula", me dijo Athe de cachondeo. Y yo le dije que ahora entendía por qué Noctiluca me había pedido que encontrase su voz. "Busca mi voz, que la he perdido","Ayuda a encontrar mi mensaje", son los dos mensajes que me dio Noctiluca en el embodiment. No tengo ni idea de cómo hacerlo. Yo a Noctiluca la siento a un nivel más sutil que físico, creo que habla directamente a mi subconsciente. Y esto es muy de mar, de profundidades. Es en las profundidades donde yo mejor me siento. Pero ya podían ser más claras las Diosas cuando dan sus mensajes.

Antes del ritual hubo un momento de tensión por las dudas de Iriome. El lugar nos lo había mostrado Lith y a mí me parecía bastante adecuado: un lugar tranquilo y recogido, sin demasiada gente, y con poco riesgo de llamar demasiado la atención. Pero la noche anterior habíamos descubierto un rincón muy bonito en el pueblo de el Rincón, donde existe un pequeño santuario de la Virgen del Carmen. Que Noctiluca y la Virgen del Carmen son la misma, no cabe duda, pero aun así no me parecía bien hacer el ritual tan cerca del santuario. Me parecía una falta de respeto y además me veía detenida por la Guardia Civil y en el calabozo. No quería expresarlo así de claro, así que estuve intentando destacar los beneficios de un lugar más apartado. Menos mal que Iriome se decantó finalmente por esta opción, yo me habría sentido bastante violenta. Supongo que aquí tengo otra cosa a trabajar: la reafirmación de mis creencias independientemente de la opinión externa y tomar acción al margen del miedo.

Lo que sí me gustó fue mi papel en el ritual. Siempre al servicio de Iriome, claro, pero expresado desde mi propia comodidad. Sé que no invoco como Iriome o Athe, que son mucho más apasionadas y teatrales, y se marcan unas invocaciones bastante barrocas. En comparación, las mías resultan concisas, pero le voy pillando el punto. Me tocó invocar a Metragirta (diosa Madre) y a Ama Lur  (madre Tierra), que son caras que nadie suele escoger. Al final suelo hacerlas yo. Que conste que me siento cómodas con ellas, sobre todo con Ama Lur, pero alguna vez me gustaría poder invocar a Trebaruna, por ejemplo. La que peor llevo con diferencia es Laia, la Doncella.

Me dejaron tocar el tambor, como si yo supiera o algo. No tengo ni idea, y tocar al mismo tiempo que se canta no es muy fácil. Cantamos todo el rato la canción de Noctiluca de Athe, porque es la única que me sé. Hay otra muy bonita, pero no la recuerdo. Pero cantamos libremente y el resultado fue sorprendentemente hermoso a pesar de carecer de melodía y orden. Por algún motivo todo encajaba y resultaba armonioso, aunque también tribal, esencial, primitivo.

Como Iriome había tardado tanto en decidirse y terminó cambiando la hora del ritual, se nos echó la noche encima e hicimos gran parte del ritual bajo las estrellas. Fue muy bonito, a pesar de que no todo el cielo estaba estrellado. Orión nos acompañó durante todo el ritual, especialmente gracias a la luz de Betelgeuse. Me habría encantado saber encontrar a Sirio, la estrella de Isis, que no debería estar lejos. Se nos hizo muy tarde y cenamos más tarde aún.

Lo peor fue el regreso, que se me hizo un poco pesado. Salimos demasiado tarde de Málaga para mi gusto, y llegamos de noche a Madrid. Athe no me llevó a casa porque estaba agotada del viaje. Le dije que podía conducir yo, pero se sentía mal porque me tocó hacer todo el viaje de ida a mí, ya que ella se encontraba indispuesta, y no quería cargarme más después de haber conducido gran parte del fin de semana. Me dejó en la estación de tren de Leganés y para cuando llegué a Atocha no había más trenes en servicio. Taxi al canto y cama muy tarde. Qué agotador.

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