lunes, 15 de julio de 2019

Claridad

Estamos llegando al eclipse lunar en capricornio, que va a cerrar un ciclo de seis meses pero además trae cambios vitales fuertes. Tengo una idea muy vaga de los planes que tenía yo por enero, pero caso puedo decir que no eran muy capricornianos, y sin embargo, el eclipse me cae en todo el fondo del cielo y, por ende, en el medio cielo, que sí lo es.

Llevo semanas sintiendo en mi interior la energía del cambio, de algo que va a acontecer. Es una energía que va creciendo poco a poco hasta que se precipite. Es como una ola de mar, que va ganando en altura hasta que rompe por la cantidad de agua acumulada. Estoy expectante, un poco recelosa, pero al mismo tiempo ilusionada. Necesito que algo cambie. Sin embargo, llevo semanas experimentando el cambio.

Necesitaba irme de vacaciones. Necesitaba oxigenar mi mente y darle un respiro. El cansancio mental es peor que el físico, aunque cuesta reconocer que está ahí. Solamente al parar te das cuenta de la losa que llevabas encima. He tenido losas peores, pero ahí la cargaba. He dejado la losa a un lado y me he zambullido de pleno en un viaje. Los viajes son muy de Júpiter, pero en mi caso al menos tienen una componente neptuniana significativa. Así que he desconectado a muchos niveles.

Reconozco cuán importante es el contacto de la naturaleza para mí. Y reconozco lo poco que me permito reconectar con ella. Es un hábito que quiero mejorar para poder sentirme yo mejor también. Es la conexión con los elementos y la conexión con el Todo. Y he tenido de todo, sobre todo aire, que soplaba con fuerza, como dueño absoluto de aquellas tierras. Escocia ha sido muy de aire y agua. El aire no es mi elemento favorito, pero está muy presente en mí, no sé cómo no lo uso más.

Escocia es una tierra salvaje, agreste y dura. Vivir allí en invierno debe de ser terrible, fundamentalmente por la escasez de horas de luz, y sobre todo para gente como yo que venimos de otras realidades, solo que yo amo el norte y amo el mar. Me siento muy a gusto en parajes perdidos, recónditos, remotos, aislados, donde todo es verde, gris y húmedo. Escocia tiene mucho de eso y muy variado: desde las Highlands a los Cairngorms. Es brezo, es dedalera, es angélica.

Y en ese paraje he encontrado algo que había perdido: poder personal. No poder para hacer, sino el poder de ser yo misma, el aceptarme como soy en este momento con todos mis rasgos. Es amarme con todos mis defectos, todas mis inseguridades, todos mis complejos, que son muchos, pero están ahí por algo y son correctos y válidos. No significa que no quiera quedarme como estoy, sino que reconozco que estoy en un punto de partida y que así soy la mejor versión posible de mí misma en este momento. Y soy lo único que necesito en mi vida para que esta funcione.

Al dejar tantas cosas atrás, me he despojado de prácticamente todo y he reducido mi vida a lo mínimo: respirar, comer, beber, y dormir. En la simplificación he encontrado poder. Me he encontrado a mí misma. Siempre he estado ahí pero no me he reconocido lo suficiente. Yo soy la que está conmigo siempre, la que me cuida, la que me atiende, la que me apoya, la que me sostiene. Todo lo demás es un añadido que aporta mucho, pero de lo que puedo prescindir. Solamente me necesito a mí misma para sobrevivir, y voy a estar bien porque yo me basto. Es desapego. Estoy aprendiendo mucho sobre el desapego.

También es desapego el querer ser feliz independientemente de los resultados. Tengo planes y me muevo para lograrlos (aquí sin embargo tengo alguna cosa pendiente que reflexionar porque hay ciertas cosas para las cuales me cuesta tomar acción), pero mi felicidad no está en la consecución de los mismos, sino en las cosas que ya tengo, en mi estado actual. Y tengo mucho que agradecer.  Así que este viaje me ha ayudado también a tomar perspectiva, a tomar consciencia de cosas que estaba pasando por alto o a las que no daba la suficiente importancia. Claridad. Mi consciencia se expande.

Y al mismo tiempo, me siento como hacía años que no me sentía. Me siento fuerte, y no me da miedo perder cosas y personas por el camino. Estoy aprendiendo a fluir. Estoy contenta, feliz incluso. Me sorprendo cuando el pecho se me inunda de esa sensación tan cálida que algunos llamarían "plenitud". No tengo todo lo que deseo, pero me siento plena igualmente, porque en realidad, no lo necesito. Yo siempre estoy completa. Y estoy donde debo estar, y todo está bien, es perfecto.

 Ojalá sea capaz de mantener esta sensación en el tiempo. 

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