jueves, 18 de julio de 2019

El caleidoscopio de las nubes

La gente se queja esta semana de cansancio y emotividad. Puede que sea por el pasado eclipse lunar. Yo también he sentido eso en mis carnes, más emotividad que otra cosa. Sí, esta semana hay cosas que me han tocado anímicamente, pero por qué afectan más ahora que en otro momento no lo sé. Me he sentido herida, y expuesta, y he tenido ganas de desconectar del mundo y encerrarme en el mío propio. Guardo en mí un lugar donde puedo replegarme cuando todo lo de fuera va mal, y es así donde me refugio y me recargo, dejando que lo exterior quede en segundo plano en la medida de lo posible. La piscina, además, es un sitio bueno para llorar, porque nadie nota las lágrimas.

A cierta hora de la tarde el sol disminuye su fuerza y resulta posible bañarse en él sin el agobio y los peligros de horas más centrales. Tras el chapuzón me tumbé mirando las nubes. Hyedra nos ha puesto un ejercicio de quietud relacionado con ellas. A diferencia del martes, que estaba bastante nublado (y eso me impidió ver el eclipse), ayer apenas había nubes. La ausencia del viento les daba un aspecto muy estático. Pero fijándome con mayor interés pude ver un movimiento en su masa apenas imperceptible que poco a poco iba transformándolas en diferentes formas. Pareidolias. 

Lo primero fue un búho. La Diosa Mari de nuevo mandándome señales. Lleva todo el comienzo del verano haciéndolo: todo es aire, pájaros y plumas. Por la mañana ya se había encargado de hacerme llegar una pluma negra a mis pies mientras caminaba (precisamente dando de comer a mis gorriones), un instante después de evocarla en mi memoria. Agradezco estas señales y agradezco que vengan de ella. Mari no es una diosa sencilla. Representa una mujer consciente de su poder que no tiene miedo de emplearlo. Es una Reina. Es fuerte y dura, incluso implacable. La he sentido en mí y es una energía tremendamente fuerte. No sé por qué se ha fijado en mí. A Mari no se le niega nada.

Tras el búho llegó una calavera y después una especie de juglar. Si son señales, no tengo ni pajolera idea de qué significan. No estaba preguntando nada y no pretendía saber nada en ese momento.

Entonces, el movimiento de las nubes empezó a incrementarse, pero tengo la sensación de que en ese momento yo era la única capaz de captar el cambio de ritmo. Las nubes empezaron a formar patrones, como si ejecutasen una danza, algo parecido a las piedras de los caleidoscopios cuando se giran. Ufff, qué sensación. Y de pronto el movimiento cesó ante mis ojos y las nubes continuaron con su ritmo original, como si aquello no hubiese sucedido.

No había quietud ahí, no me quedé más tranquila, pero mi sensibilidad se atenuó.

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