Caledonia espera y aún no he empezado a hacer la maleta. Suelo procrastinar esta actividad por una especie de apego. En realidad es miedo a la muerte. Viajar me dispara este miedo los días previos, como si el emprender el viaje fuera para no regresar jamás. Tardo en hacer la maleta y siempre tengo dudas sobre qué meter en ella. Intento cumplir con la máxima de "viaja ligero" y al mismo tiempo calmar mis miedo a los imprevistos. Creo que suelo llevar más de lo que voy a necesitar en el viaje.
He consultado el tiempo allí. 19ºC de máxima, nublado todos los días, baja probabilidad de lluvia y humedad del 60%. Es fresco comparado con Madrid, aunque la humedad hará que parezca más caluroso o más fresco. "La humedad es lo que mata" que diría Andrea Celeste. Lo asimilo más o menos a Noruega. No recuerdo qué me llevé para entonces.
Además de ropa, ¿qué echar en la maleta? Supongo que un libro que no leeré, música, un cuaderno, y por supuesto, mi altar portátil. No voy a un viaje espiritual, no es el objetivo del mismo, no tengo intención de rituales. Aun así, me gusta algo que me ayude a conectar con mi espiritualidad. Para esto no es necesario nada de material porque la espiritualidad está en uno, no en objetos, pero me ayudan a enfocar. Mi altar portátil va en una caja cuya tapa tiene representado el pentagrama, la estrella de cinco puntas. En su interior guardo una representación de los cuatro elementos: una pluma por el aire, un pequeño recipiente para el agua, un pedazo de pirita por el fuego, y una piedra por el agua. También incluyo una pequeña representación de la Diosa Madre. A veces llevo una vela y un mechero, los cuales solo se pueden usar según en qué sitios.
Me encantaría poder llevarme mi ordenador, pero sería demasiada carga. Una vez me compré un portátil pequeño y ligero para viajar, pero resultó muy lento. Le saqué muy poco partido, una pena. Sin portátil es complicado escribir en el blog. Tampoco creo que tenga demasiado que contar.
No sé qué me voy a encontrar allí. Es un destino que me espera de hace tiempo, más del que yo misma creo. Lo siento. La tierra me espera. El norte me espera. El retorno a lo salvaje, a lo primitivo. Si fuese en otro plan, quizás podría sumergirme en sus vistas, sus olores, sus texturas. No será así, pero me abro a la experiencia, a lo que venga que haya para mí. El lugar no es una casualidad, es una especie de destino a una experiencia que en cierta forma tengo que vivir ahora. Si no estaría viajando a cualquiera de los otros lugares que barajamos.
He consultado el tiempo allí. 19ºC de máxima, nublado todos los días, baja probabilidad de lluvia y humedad del 60%. Es fresco comparado con Madrid, aunque la humedad hará que parezca más caluroso o más fresco. "La humedad es lo que mata" que diría Andrea Celeste. Lo asimilo más o menos a Noruega. No recuerdo qué me llevé para entonces.
Además de ropa, ¿qué echar en la maleta? Supongo que un libro que no leeré, música, un cuaderno, y por supuesto, mi altar portátil. No voy a un viaje espiritual, no es el objetivo del mismo, no tengo intención de rituales. Aun así, me gusta algo que me ayude a conectar con mi espiritualidad. Para esto no es necesario nada de material porque la espiritualidad está en uno, no en objetos, pero me ayudan a enfocar. Mi altar portátil va en una caja cuya tapa tiene representado el pentagrama, la estrella de cinco puntas. En su interior guardo una representación de los cuatro elementos: una pluma por el aire, un pequeño recipiente para el agua, un pedazo de pirita por el fuego, y una piedra por el agua. También incluyo una pequeña representación de la Diosa Madre. A veces llevo una vela y un mechero, los cuales solo se pueden usar según en qué sitios.
Me encantaría poder llevarme mi ordenador, pero sería demasiada carga. Una vez me compré un portátil pequeño y ligero para viajar, pero resultó muy lento. Le saqué muy poco partido, una pena. Sin portátil es complicado escribir en el blog. Tampoco creo que tenga demasiado que contar.
No sé qué me voy a encontrar allí. Es un destino que me espera de hace tiempo, más del que yo misma creo. Lo siento. La tierra me espera. El norte me espera. El retorno a lo salvaje, a lo primitivo. Si fuese en otro plan, quizás podría sumergirme en sus vistas, sus olores, sus texturas. No será así, pero me abro a la experiencia, a lo que venga que haya para mí. El lugar no es una casualidad, es una especie de destino a una experiencia que en cierta forma tengo que vivir ahora. Si no estaría viajando a cualquiera de los otros lugares que barajamos.
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