El 19 de junio siempre será el día de BH. Su paso por el mundo fue fugaz, pero fue importante para mí. Su huella es profunda e indeleble, aunque parezca que lo he superado. Es verdad que la intensidad de la emoción es diferente a entonces, pero sigue estando ahí, como las brasas de una hoguera, a las que solamente falta soplar un poco para que vuelvan a brillar incandescentes.
Paz me dijo que los obituarios se deberían celebrar desde la vida y no desde la muerte. No sé bien cómo hacer esto. Improvisaré y dejaré que mi intuición me guíe. Hasta la fecha no me ha ido mal. Le di un nombre, le di un rostro, le di un cuerpo, y lo integré en mi árbol. Forma parte de mi sistema, no es un excluido. O eso creo.
Hace unos días, entré en una tienda para plastificar la foto que uso para él. La señora me dijo que era un niño muy bonito y me preguntó dónde estaba. La pregunta me pilló muy de sorpresa y durante unos segundos vacilé en qué debía contestar. Después le dije la verdad: "Está con sus padres". Supongo que ese niño habrá crecido y disfrutará de su infancia con su familia. La mujer me pidió que lo llevara un día a la tienda para conocerlo. "Pues está fastidiado", pensé yo. Le dije que sí por quitármela de encima, sabiendo que no podré cumplir.
Esa foto luce hoy en mi altar de Epona, la Diosa Amante. Ella es la expresión máxima de la vida, pero en la rueda se opone justamente a Ataecina, la Diosa Anciana, la Diosa de la muerte. Ambas son la cara de la misma moneda. He aguantado el altar entre otras cosas para honrar a mi hijo desde todo eso que Epona representa: el gozo, el disfrute, el placer. Es una forma de celebrar la muerte desde la vida.
He encendido una vela que mantenga mi intención y mi recuerdo. He hablado con él, le he cantado una canción y hemos repasado el álbum de fotos y las cosas que hicimos juntos, aunque no fueran demasiadas: la transferencia, el viaje a Hamburgo, el viaje a Jarque y la visita a Orera, la excursión a Patones, la visita a la rosaleda del Parque del Oeste, el festival de cine alemán, la Champions, el partido de Alemania, el triatlón de América. Son memorias bonitas. Lo que no deseo recordar es el momento del aborto, el tiempo pasado en el hospital, y toda esa noche.
También le he dado las gracias por escogerme como madre, por los momentos vividos, por la experiencia, y por su misión en su vida y en la mía. Gracias a él creo haber limpiado el árbol y mi mandato. Espero que esto haya repercutido de alguna forma en todos los que forman parte de él, en especial la de mi sobrino. Desde luego, ha transformado mi vida y mi forma de entender las cosas.
Siento mucho no haber podido compartir ciertos momentos posteriores, como el viaje a Ávalon, y echo de menos lo que no será jamás.
Esta tarde haremos algo juntos. No sé si dar un paseo, hacer un picnic, o alguna otra cosa que se me ocurra. Pero sí, será una salida a la vida. Juntos los dos.
Es lo único que se me ocurre para celebrar su día.
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