El
pequeño pez vivía en las profundidades de su pequeño estanque, escondido a los
ojos del mundo y al margen del mismo, aunque de vez en cuando emergía a la
superficie para sentir el calor de los rayos del sol y permitir que estos arrancaran
destellos irisados de su lomo.
Al pequeño
pájaro, en cambio, le encantaba volar y mecerse en el aire. Se sentía libre
surcando los cielos y admirando la belleza que le ofrecía el mundo.
Un día
el ave se fijó en el pequeño pez que chapoteaba en el estanque. Al principio lo
observó desde la distancia, saciando su curiosidad, pero poco a poco, decidió
acercarse a él. Al principio le costó porque el pez era bastante huidizo, pero
tras un ejercicio de constancia y de costumbre, empezó a ganarse la amistad del
pez. Con el tiempo, la amistad se convirtió en amor.
A pesar
de lo complicada que era la situación para ambos, se esforzaron para permanecer
juntos, porque esto era lo que más deseaban en el mundo. El pez, que tanto había
recelado de las intenciones del ave, terminó cayendo profundamente
enamorado. Amaba tanto a su pájaro, que estaba dispuesto a darle todo. De
hecho, le dio tanto, se entregó tanto, que apenas guardó para él.
Sin embargo,
con el transcurso de los meses, el pájaro fue perdiendo interés y sus esfuerzos
se debilitaron. Dejó de interesarse por el pez, y empezó a ignorarlo. El pez no entendía qué estaba pasando y
cómo la situación había podido cambiar tanto. Incluso, empezó a sentirse
maltratado ante las formas despectivas e hirientes del pájaro. Trataba de reparar la situación, pero no conseguía nada. Intento
tras intento, y nada. Todo giraba por el pájaro y en torno a él, como si el pez no mereciera un poco de cariño, atención, o respeto.
Un día
el pájaro desapareció sin más y al pez se le rompió el corazón. Volvió a las
profundidades de su estanque, y se dejó morir. El pájaro nunca tuvo noticias de
ello, y siguió volando libremente por el aire, completamente ajeno a los designios
del pez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario