Si una palabra podía definir a Marga, ésa era "egoísta". Roberto así lo pensaba, aunque no lo expresaría habitualmente en voz alta, quizás por miedo a enfadarla. Todo parecía girar por, para y en torno a ella, como si él y sus necesidades no existiesen o fuesen considerablemente menos importantes que las de ella.
Ese desdén molestaba a Roberto, aunque en vez de ser asertivo, callaba y tragaba, haciendo bola, una bola cada vez más grande. En vez de enfadarse, Roberto se volvía dentro de sí, e iba cerrando una a una las puertas de las estancias de su corazón.
Siendo él un tipo reservado y receloso, había abierto las puertas de su corazón de par en par a Marga cuando la conoció, dejando que se llenara de ella. Marga había entrado de manera imperial en aquél corazón, invadiéndolo como si fuera su propietaria, pero sin valorar realmente el regalo que se le hacía. Así que no notó que las puertas se iban cerrando una a una a su alrededor y que la estancia se hacía cada vez más pequeña. Cada puerta, un espacio que Ricardo apreciaba y Marga no.
Ricardo se iba alejando poco a poco sin que ella fuera realmente consciente de lo que perdía, porque Ricardo aparentaba estar presente en cuerpo, pero su espíritu no. Lo hacía para protegerse del dolor que le causaban los continuos rechazos y desprecios de Marga, pero con el tiempo ese escudo fue enfriando el inmenso amor que había sentido por ella. Precisamente por eso tardó más tiempo del necesario para marcharse definitivamente.
Así, un día, el corazón de Ricardo quedó cerrado completamente, dejando a Marga fuera. Ella golpeó las puertas intentando hacerse paso, primero violentamente, después desesperadamente, hasta que por fin se rindió a una evidencia que no quería admitir. Ricardo jamás volvería a abrirle su corazón.
Ese desdén molestaba a Roberto, aunque en vez de ser asertivo, callaba y tragaba, haciendo bola, una bola cada vez más grande. En vez de enfadarse, Roberto se volvía dentro de sí, e iba cerrando una a una las puertas de las estancias de su corazón.
Siendo él un tipo reservado y receloso, había abierto las puertas de su corazón de par en par a Marga cuando la conoció, dejando que se llenara de ella. Marga había entrado de manera imperial en aquél corazón, invadiéndolo como si fuera su propietaria, pero sin valorar realmente el regalo que se le hacía. Así que no notó que las puertas se iban cerrando una a una a su alrededor y que la estancia se hacía cada vez más pequeña. Cada puerta, un espacio que Ricardo apreciaba y Marga no.
Ricardo se iba alejando poco a poco sin que ella fuera realmente consciente de lo que perdía, porque Ricardo aparentaba estar presente en cuerpo, pero su espíritu no. Lo hacía para protegerse del dolor que le causaban los continuos rechazos y desprecios de Marga, pero con el tiempo ese escudo fue enfriando el inmenso amor que había sentido por ella. Precisamente por eso tardó más tiempo del necesario para marcharse definitivamente.
Así, un día, el corazón de Ricardo quedó cerrado completamente, dejando a Marga fuera. Ella golpeó las puertas intentando hacerse paso, primero violentamente, después desesperadamente, hasta que por fin se rindió a una evidencia que no quería admitir. Ricardo jamás volvería a abrirle su corazón.
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