lunes, 29 de junio de 2020

La reina blanca


Ella siempre se sintió como una torre en el tablero, pero, en realidad, era una reina blanca. Como tal, su misión siempre fue proteger a su rey en cada partida, y se encomendó a esa tarea con todas sus energías. Durante años, ella creció a la sombra de su figura, de la que aprendió todo lo que tenía que saber para moverse por el tablero con competencia y solvencia. Era un buen rey por el que pelear, a pesar de que tenían sus diferencias de opinión: él era pura lógica, razón y analítica; ella era más intuitiva y visceral. Sin embargo, se complementaban bien y hacían un buen equipo, sobre todo porque él la escuchaba y la tenía en cuenta, siendo consciente de que ella aportaba cosas que él no podía abarcar. Quizás el fuerte de ella era su intuición para las personas, haciéndole ver situaciones de las que él no se había percatado. Y él le permitía hablar libremente con toda la franqueza de la que ella era capaz.

Pero un día él la sacó del tablero y la obligó a crear su propio reino. Allí no había rey por el que pelear ni que pudiera protegerla: ella era soberana absoluta de su territorio. A ella le costó encajar la situación, pero él fue firme sobre su decisión de no permitirla retroceder. Terminó por encajarlo a su pesar, aunque él nunca llegó a perder su lealtad: ella estaría siempre para él, siempre que él lo permitiera.

Un día la reina recibió la noticia de que su antiguo rey y señor decaía. Fue una noticia no del todo inesperada, pero no bien recibida. Él había optado por retraerse a su mundo y no permitir que nadie entrara en él. La reina respetaba su decisión, pero se sentía un tanto rechazada, tremendamente triste, y muy dolida por la impotencia de la situación. Ya había estado en esa situación anteriormente, aunque eso no hizo que fuera más fácil: ¿cómo dejas marchar a alguien que quieres? ¿Cómo te despides de alguien a quien no vas a volver a ver? ¿Cómo haces para acompañar (sin invadir) y al mismo tiempo sostenerte? Solo quedaba esperar el desenlace y prepararse para el duelo que llegaría. Y mientras, la única forma de honrar su memoria era seguir adelante, agradeciendo todo lo aprendido, las oportunidades y los momentos vividos a su lado. Su reino todavía la necesitaba, pero ella estaba rota.

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