Después de dos meses de parón, la espiral parece que empieza a moverse nuevamente. Digo parece porque su movimiento viene lastrado por la actitud de varias personas. Sinceramente es muy sencillo: si no quieres estar, no vengas, pero deja que los que queremos hagamos las cosas sin sentirnos invadidos por tu energía de mierda. Como dice el dicho: "Aporta o aparta".
Me molesta mucho la gente quejicosa. Los que se quejan sin motivo, los que se quejan por deporte. La cantidad de energía que se desperdicia en la queja y que no va a ningún lugar. Si esa energía se invirtiera en soluciones, otro gallo cantaría. Mucha gente ni siquiera quiere cambiar las cosas, solamente se quejan para hacerse las víctimas, porque de esta manera reciben una atención que de otra manera no tendrían. Se han convertido en unos parásitos de atención y energía ajena, saltando de flor en flor para poder llenarse. Te vierten su mierda y se llevan tu energía. No es mal cambio. Todo por no querer afrontar las cosas, por no intentar poner remedio. Y sí, todos nos quejamos en un momento u otro, pero hay personas que tienen un hábito hecho de esto de la queja. Los "penas".
Yo solía aguantar mucho a estas personas. Creía que era una forma de ayudarlos y de aliviar su carga, pero no era cierto. No solamente no aportas nada, sino que encima pierdes. Por eso, los oídos hay que prestarlos con cuentagotas y hay que poner límites a ciertos discursos victimistas. Es por uno mismo, porque somos responsables de nuestra energía y nuestra salud mental, que hay que decir: "hasta aquí". Alimentar al troll tiene sus consecuencias. Los trolls no respetan al otro y se crecen con la energía que van parasitando.
Es más, existen los psicólogos. Esas personas profesionales, dotadas recursos y herramientas, cuyo trabajo consiste en escuchar, acompañar y guiar a las personas que no tienen claras las cosas en la vida. Estos cobran por ello y te dicen lo que necesitas escuchar en cada momento, te guste o no, dosificado según tu estado. Los parásitos no suelen ir psicólogos, tengo la impresión, porque es más fácil agotar anímicamente a los de alrededor.
Así que me temo que el domingo va a ser un día complicado. Vamos a limpiar y vamos a recibir clase. No veo a la gente demasiado animada y eso me enfada. Es verdad que no puedo exigir a la gente el mismo grado de implicación que pueda sentir yo, pero a las cosas hay que ponerles un poco de amor y de cariño. Quizás ése es mi problema: yo le pongo demasiado y todo termina siendo algo personal; que a veces más es menos, como cuando riegas excesivamente las plantas. Pero es que me cuesta quedarme a medias. Tampoco es mi responsabilidad compensar con mi energía el defecto de otros, además de que no tengo tanto para dar. Yo haré mi parte, como el colibrí del cuento. Como siempre. El resto, no me corresponde.
Me molesta mucho la gente quejicosa. Los que se quejan sin motivo, los que se quejan por deporte. La cantidad de energía que se desperdicia en la queja y que no va a ningún lugar. Si esa energía se invirtiera en soluciones, otro gallo cantaría. Mucha gente ni siquiera quiere cambiar las cosas, solamente se quejan para hacerse las víctimas, porque de esta manera reciben una atención que de otra manera no tendrían. Se han convertido en unos parásitos de atención y energía ajena, saltando de flor en flor para poder llenarse. Te vierten su mierda y se llevan tu energía. No es mal cambio. Todo por no querer afrontar las cosas, por no intentar poner remedio. Y sí, todos nos quejamos en un momento u otro, pero hay personas que tienen un hábito hecho de esto de la queja. Los "penas".
Yo solía aguantar mucho a estas personas. Creía que era una forma de ayudarlos y de aliviar su carga, pero no era cierto. No solamente no aportas nada, sino que encima pierdes. Por eso, los oídos hay que prestarlos con cuentagotas y hay que poner límites a ciertos discursos victimistas. Es por uno mismo, porque somos responsables de nuestra energía y nuestra salud mental, que hay que decir: "hasta aquí". Alimentar al troll tiene sus consecuencias. Los trolls no respetan al otro y se crecen con la energía que van parasitando.
Es más, existen los psicólogos. Esas personas profesionales, dotadas recursos y herramientas, cuyo trabajo consiste en escuchar, acompañar y guiar a las personas que no tienen claras las cosas en la vida. Estos cobran por ello y te dicen lo que necesitas escuchar en cada momento, te guste o no, dosificado según tu estado. Los parásitos no suelen ir psicólogos, tengo la impresión, porque es más fácil agotar anímicamente a los de alrededor.
Así que me temo que el domingo va a ser un día complicado. Vamos a limpiar y vamos a recibir clase. No veo a la gente demasiado animada y eso me enfada. Es verdad que no puedo exigir a la gente el mismo grado de implicación que pueda sentir yo, pero a las cosas hay que ponerles un poco de amor y de cariño. Quizás ése es mi problema: yo le pongo demasiado y todo termina siendo algo personal; que a veces más es menos, como cuando riegas excesivamente las plantas. Pero es que me cuesta quedarme a medias. Tampoco es mi responsabilidad compensar con mi energía el defecto de otros, además de que no tengo tanto para dar. Yo haré mi parte, como el colibrí del cuento. Como siempre. El resto, no me corresponde.
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