lunes, 15 de junio de 2020

La espiral se nueve de nuevo.



La Segunda Espiral se mueve de nuevo. Veremos por cuanto tiempo, teniendo en cuenta que se vaticina un rebrote del coronavirus para el otoño y tenemos marcada la dedicación para finales de octubre. Aunque no llegáramos, habríamos cubierto todo el temario para entonces, pues hemos conseguido cuadrar fechas de los encuentros pendientes para el mes de julio. Va a ser un poco intenso, pues las sesiones que quedan se dirigen hacia la preparación para algo muy concreto que requiere de cierta habilidad. Jana considera que es muy natural para todo el mundo, pero no lo veo tan claro.

El encuentro de ayer fue uno de esos ladrillos que conforman el camino para lo que se pretende. Acabé con un dolor de cabeza importante que continúa en el día de hoy. Me he tomado un ibuprofeno y todavía no se me pasa. Me encantaría echarme a dormir, pero no va a ser posible. Espero conseguir integrar la información en lo que queda del día.

Además de la formación en sí, que es el objetivo fundamental de la Espiral, la sesión sirvió para restablecer la energía del grupo y las conexiones. Las prácticas en solitario son una cosa, pero en grupo son otras. Se levanta mucha más energía y resultan más potentes porque todos sumamos a los ejercicios. Se nota muchísimo al levantar la rueda, que es quizás el ejercicio que más machacado tenemos, que en mi caso fue como sentir un chorro de energía atravesándome de arriba a abajo. Tuve la suerte de poder invocar a la diosa del elemento aire, una de mis diosas favoritas, y eso hace mucho por la intensidad de la conexión. Siempre digo que me da igual que me toque una que otra, pero no es del todo cierto, porque no me siento identificada con todas por igual. La que siento que me rehuye constantemente es la anciana sabia, que no me sale nunca en el sorteo, y empieza a mosquearme un poco.

Con las personas es parecido: con unas sientes más afinidad que con otras. Aun así, durante todo el confinamiento, he intentado mantener el contacto con la mayoría del grupo. Obviamente ha habido personas con las que ese contacto ha sido mucho más frecuente y más íntimo. El mantener la relación fuera del círculo que nos une supone ir un paso más y tejer una amistad en otros ámbitos, más variados y personales, lo que lleva a relaciones más profundas, más fuertes, más cohesionadas. Y, a pesar de la familiaridad, faltaba algo: la parte visual, el lenguaje no-verbal, y el contacto físico. Que sí, que hay que mantener la distancia social, pero ¿cómo no abrazar a alguien que aprecias y que no ves después de mucho tiempo?.

La tecnología ayuda mucho a mantener las relaciones, pero nada sustituye a la relación presencial. La tecnología es un parche útil y eficaz, pero no permite enviar toda la información que se produce cuando dos personas se encuentran. Las relaciones verdaderas son de presencia física. Además del lenguaje no-verbal, creo que hay un lenguaje más sutil que se establece a otros niveles de los que no somos conscientes. Estoy segura de que existe algo similar a las capas OSI informáticas relacionado con la comunicación y la conexión humanas. Puede que sea a través del intercambio de feromonas y otras hormonas, del campo magnético personal ...qué sé yo. Pero está ahí. Algo que parece frío y apagado, revive de repente y parece acortar todos los meses de separación.

La energía ha cambiado porque una persona ha decidido no continuar, pero no se siente una mala energía.

Lo que une también son las actividades en común. Es compartir tiempo y acción, mientras aprendes a conocer al otro. Es hacer algo juntos que contribuye a un objetivo común, aunque sea hacer la limpieza de un local. Tres horas tardamos en limpiar todo y dejarlo medio ordenado. Después de tanto tiempo había muchísimo polvo y humedad, además de bastante desorden. No fue necesario organizar nada: cada uno asumió una parte y nos fuimos acoplando. Yo elegí el baño porque sé que a la gente no le suele gustar; a mí no me importa y además me permite pasar cierto tiempo sola, lo cual me ayuda a modular mi natural fobia social y acomodarme al grupo. También limpié y ordené estanterías y algunos altares. Si por mí fuera, habríamos acabado mucho antes tirando la mayoría de las cosas a la basura sin contemplaciones; la gente se apega mucho a cosas que no tienen ningún sentido, aunque estén rotas e inservibles. También pierden un poco de vista el objetivo: se trata de limpiar, no de entretenernos en la decoración de interiores.

Fue una actividad agotadora ciertamente, pero nos vino muy bien para ponernos al día de las circunstancias de los otros.  Sin intercambio no hay relación, no hay grupo. La relación y el grupo implican esfuerzo y entrega, está claro. Empezamos muy cautos con el tema de las medidas de seguridad, pero es inevitable terminar invadiendo el espacio personal del otro, rozándote y olvidándote de que hay un virus en el aire. Incluso la gente olvidó que no se podía compartir comida y trajeron croisants y fartones para el almuerzo, que luego nos vinieron muy bien para bajar a tierra.

Un día intensito pero gratificante en muchos aspectos.

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