La ceremonia de Lammas del sábado fue muy bonita. Tengo la sospecha de que mi gusto por la misma tiene mucho que ver con la ausencia de gente muy importante de la tribu con alto nivel emocional y teatral, el cual se imprime en el carácter de la ceremonia. Pero al estar muchos de ellos en la Conferencia de la Diosa, un importante evento pagano en torno a la tradición de Ávalon, nos quedamos en Madrid cuatro gatos. De las participantes, tres sacerdotisas eran de segundo nivel (aunque una va a su aire) y cuatro de primero, las cuales no es que tengamos demasiada experiencia en ceremonias. No es por tirarme flores, pero creo que de las cuatro soy la que mejor invoca, lo cual no es decir mucho. Pero lo hacemos con cariño y lo mejor que podemos o sabemos.
Me tocó invocar a Mari, diosa del aire, que se me da bien, como la mayoría de las diosas del oeste-norte. También me tocó una parte de la ceremonia llamada "popcorn" que sirvió para cargar el altar central y los elementos de las prácticas posteriores. Sin duda, hubo muchos momentos interesantes a lo largo de la ceremonia, pero me quiero centrar en uno concreto, que me pareció muy bonito y significativo.
En un momento de la ceremonia, compartimos comida entre los asistentes. Se trataba de palmeritas dulces, pero podría haber sido cualquier tipo de mantecado, pastas, o pan. Cada persona cogía una palmerita y pasaba el plato a la persona que estaba a su lado diciendo: "El pan se parte con las manos y se comparte con el corazón". En cierta forma, es una forma de comunión, aunque no se consume el cuerpo de un dios. O quizás sí, porque ¿qué es el pan sino el resultado de unir elementos que la Diosa nos da de su propio cuerpo? En eso nos centramos.
Generalmente consumimos nuestra comida como si cayera del cielo, sin tener en cuenta todo el proceso que requiere y todas las personas que intervienen en el mismo. Así pues dimos gracias a los agricultores por preparar la tierra (la Diosa)sembrar las semillas de cereal.
Dimos gracias a la Diosa por fructificar en los campos de trigo.
Dimos gracias a los que recogieron el grano y lo llevaron a moler.
Dimos gracias a los que unieron el grano con agua, levadura, azúcar y mantequilla y formaron la masa de las palmeritas. Puede que las palmeritas sean industriales, pero siempre hay cierta intervención humana.
Dimos gracias a los que dieron forma a las palmeritas y las metieron en el horno.
Dimos gracias a los que las envasaron y las transportaron hasta nuestros puntos de compra.
Dimos gracias a aquellos que nos las vendieron.
Incluso nos dimos gracias por haber ido a comprarlas, y dimos gracias a la Diosa por el dinero que tenemos para poder comprarlas. Recordamos a aquellos que no tienen para comer, y pedimos que la generosidad de la Diosa se distribuyera a todos. No es que ella no sea generosa, es que el ser humano hace con su generosidad lo que le sale de los huevos, incluso sabotearse para no recibirla.
Y después pasamos a comer la palmerita, aunque el gusto fue el último de los sentidos que utilizamos. Lo llaman también alimentación consciente, aunque también es una forma de práctica de mindfulness, ya que requiere una presencia total en el acto.
Primero usamos la vista para reconocer la palmerita, ver sus diferentes colores al tostarse el huevo de su superficie, sus grietas y rugosidades, el azúcar no disuelto.
En segundo lugar usamos el tacto para sentir la superficie de la palmerita, su textura, sus irregularidades.
En tercer lugar usamos el olfato para absorber los aromas que desprende la palmerita, el olor a mantequilla y azúcar tostada.
En cuarto lugar el oído, sintiendo el hojaldre partirse junto a nuestras orejas.
Por fin, el gusto, en bocados pequeños, saboreando cada uno, sintiendo el hojaldre deshacerse en nuestra lengua y uniéndose con nuestra saliva.
Así, poco a poco, terminando de comerla, en silencio, en una intimidad que me pareció hermosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario