Buscando actividades de ocio, encontré un taller de técnica vocal para el viernes. Me pareció algo diferente que hacer en el fin de semana, algo que podría gustarme. No tenía muchas referencias sobre la organizadora, aunque tenía claro que en un taller de una hora, mi objetivo no podía ser aprender mucho, sino pasármelo lo mejor posible. Me echaba un poco para atrás que la actividad fuera grupal, por mi fobia social y porque no tenía muy claro cómo iba a funcionar la clase, pero al mismo tiempo era también obligarme a salir de mi zona de confort.
El evento nos convocaba en el metro de El Retiro, donde debíamos encontrarnos con la organizadora. De siete personas que habíamos confirmado, terminamos por aparecer solamente dos. Me parece sorprendente, pero para la clase fue mucho mejor, ya que eso dividía menos la atención de la profesora.
La clase fue en el propio parque de El Retiro. Al principio la idea no me gustó mucho porque suponía cantar en público y me daba pavor. Pero una vez que ignoré el mundo fuera del núcleo de la clase, la cosa fue bastante mejor. Supongo que tuvimos público igualmente, pero intenté que no me condicionase demasiado. Pude descalzarme y dar la clase conectada a tierra, que siempre es algo bueno.
La profesora era una chica joven de unos 30 años que acaba de terminar su formación y que está intentando buscar su lugar profesional. Nos contó que vivía en Valladolid pero que va a Córdoba con un profesor concreto que le ayuda a prepararse las oposiciones. Su ambición es poder acceder a alguno de los coros importantes del país, aunque otra salida sería encontrar un puesto de profesora de música en algún colegio. Su historia me hizo pensar mucho en Isabel, mi antigua profesora de canto, y su historia personal. Dedicarte a la música en este país no es fácil: poco considerado, pocas opciones, mucha competencia. Intenté no quitarle las ilusiones.
La otra persona era un cantautor. Vino con su guitarra y todo vestido todo de blanco, lo que le hacía parecer miembro hare krishna, aunque sin el pelo rapado. Nos dijo que iba después al concierto de un amigo. Parece que el chico es autodidacta en esto del canto y que se va adaptando a los talleres que le surgen de canto con el poco tiempo de que dispone, pues su profesión principal no es la de músico. De hecho, busqué más tarde su canal de youtube y me encontré con otros vídeos donde aparecía él en su profesión. Es como si fuese consultor financiero o algo así. Muy típico. No me extrañaría que fuese ingeniero en realidad.
Yo hacía mucho tiempo que no daba una clase de canto y no sabía qué iba a encontrarme. Le dije a la chica que no tenía mucha experiencia, supongo que en un intento de protegerme. La clase fue técnica vocal básica, que siempre viene bien recordar: respiración, apoyo, resonadores. Cantar es complicado porque requiere integrar muchos elementos a la vez y eso implica practicar mucho durante mucho tiempo, si no, la atención va pasando de un punto del cuerpo a otro, y cuando pones tu atención en el diafragma, pierdes la apertura de la boca, o la colocación en la cabeza.
Cada profesor tiene su estilo y el de esta chica, obviamente, es muy diferente al de Isabel. Creo que tenía mucho conocimiento, pero su forma de transmitir fue un poco caótica para mi gusto. Pienso que quería tocar muchas cosas en una sola clase y eso da para poca profundidad. Es como concentrar muchas clases en una sola. Aun así no estuvo mal. De hecho, se me pasó el tiempo volando.
La clase me volvió a confirmar los errores que solía cometer al cantar: hago poco espacio, la lengua se me retrae, y dejo caer las notas finales. Si me hubiese podido ver en un espejo habría visto también la rigidez de mi cara. Es miedo. También me pasa que cuando hago notas muy agudas, luego me cuesta bajar y es como si mi diafragma se desconectara de mi voz. Quitando eso, la clase se me dio bien.
Al final de la clase la profesora quiso que cantásemos una canción y le pidió al chico que nos cantase una de sus canciones para seguirle. El chico escogió una canción llamada "Te quiero", que me pareció sencilla pero bonita. Debe ser precioso que alguien te escriba una canción de amor. La tiene subida en Youtube, pero no me parece tan bonita como cuando la escuché en el parque. Cantar su canción hizo que la profesora le diera consejos para mejorar tanto su técnica como la interpretación. Lo malo es que cuando has machacado tanto una forma de hacer las cosas, introducir cambios es complicado, y este chico tiene muchos vicios. Es el problema de ser autodidacta, que no tienes a nadie que te corrija.
Tras la clase fuimos a tomar una cerveza en un bar próximo y luego cada uno se fue a su casa. Yo opté por caminar, aprovechando el frescor de la noche. Recordé las noches al salir de clase de salsa, cuando subía por Castellana disfrutando de la soledad de la ciudad.
Un buen viernes.
El evento nos convocaba en el metro de El Retiro, donde debíamos encontrarnos con la organizadora. De siete personas que habíamos confirmado, terminamos por aparecer solamente dos. Me parece sorprendente, pero para la clase fue mucho mejor, ya que eso dividía menos la atención de la profesora.
La clase fue en el propio parque de El Retiro. Al principio la idea no me gustó mucho porque suponía cantar en público y me daba pavor. Pero una vez que ignoré el mundo fuera del núcleo de la clase, la cosa fue bastante mejor. Supongo que tuvimos público igualmente, pero intenté que no me condicionase demasiado. Pude descalzarme y dar la clase conectada a tierra, que siempre es algo bueno.
La profesora era una chica joven de unos 30 años que acaba de terminar su formación y que está intentando buscar su lugar profesional. Nos contó que vivía en Valladolid pero que va a Córdoba con un profesor concreto que le ayuda a prepararse las oposiciones. Su ambición es poder acceder a alguno de los coros importantes del país, aunque otra salida sería encontrar un puesto de profesora de música en algún colegio. Su historia me hizo pensar mucho en Isabel, mi antigua profesora de canto, y su historia personal. Dedicarte a la música en este país no es fácil: poco considerado, pocas opciones, mucha competencia. Intenté no quitarle las ilusiones.
La otra persona era un cantautor. Vino con su guitarra y todo vestido todo de blanco, lo que le hacía parecer miembro hare krishna, aunque sin el pelo rapado. Nos dijo que iba después al concierto de un amigo. Parece que el chico es autodidacta en esto del canto y que se va adaptando a los talleres que le surgen de canto con el poco tiempo de que dispone, pues su profesión principal no es la de músico. De hecho, busqué más tarde su canal de youtube y me encontré con otros vídeos donde aparecía él en su profesión. Es como si fuese consultor financiero o algo así. Muy típico. No me extrañaría que fuese ingeniero en realidad.
Yo hacía mucho tiempo que no daba una clase de canto y no sabía qué iba a encontrarme. Le dije a la chica que no tenía mucha experiencia, supongo que en un intento de protegerme. La clase fue técnica vocal básica, que siempre viene bien recordar: respiración, apoyo, resonadores. Cantar es complicado porque requiere integrar muchos elementos a la vez y eso implica practicar mucho durante mucho tiempo, si no, la atención va pasando de un punto del cuerpo a otro, y cuando pones tu atención en el diafragma, pierdes la apertura de la boca, o la colocación en la cabeza.
Cada profesor tiene su estilo y el de esta chica, obviamente, es muy diferente al de Isabel. Creo que tenía mucho conocimiento, pero su forma de transmitir fue un poco caótica para mi gusto. Pienso que quería tocar muchas cosas en una sola clase y eso da para poca profundidad. Es como concentrar muchas clases en una sola. Aun así no estuvo mal. De hecho, se me pasó el tiempo volando.
La clase me volvió a confirmar los errores que solía cometer al cantar: hago poco espacio, la lengua se me retrae, y dejo caer las notas finales. Si me hubiese podido ver en un espejo habría visto también la rigidez de mi cara. Es miedo. También me pasa que cuando hago notas muy agudas, luego me cuesta bajar y es como si mi diafragma se desconectara de mi voz. Quitando eso, la clase se me dio bien.
Al final de la clase la profesora quiso que cantásemos una canción y le pidió al chico que nos cantase una de sus canciones para seguirle. El chico escogió una canción llamada "Te quiero", que me pareció sencilla pero bonita. Debe ser precioso que alguien te escriba una canción de amor. La tiene subida en Youtube, pero no me parece tan bonita como cuando la escuché en el parque. Cantar su canción hizo que la profesora le diera consejos para mejorar tanto su técnica como la interpretación. Lo malo es que cuando has machacado tanto una forma de hacer las cosas, introducir cambios es complicado, y este chico tiene muchos vicios. Es el problema de ser autodidacta, que no tienes a nadie que te corrija.
Tras la clase fuimos a tomar una cerveza en un bar próximo y luego cada uno se fue a su casa. Yo opté por caminar, aprovechando el frescor de la noche. Recordé las noches al salir de clase de salsa, cuando subía por Castellana disfrutando de la soledad de la ciudad.
Un buen viernes.
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