Ante la aparente escalada del coronavirus, la directora de mi departamento nos dio la posibilidad de hacer teletrabajo total. Es una medida unilateral que tomamos nosotros, pues no hay directiva oficial de la empresa y RRHH no se moja. Ayer los jefes de mercado comunicamos la opción y parece que la gente ha decidido masivamente secundar la idea. Nosotros estamos preparados para el teletrabajo desde hace mucho tiempo, así que ampliarlo no es un problema operativo. El problema es otro.
Yo soy una de las afortunadas que disfruta de un amplio teletrabajo habitualmente. Ampliarlo no va a suponer una gran diferencia, salvo en la parte humana. Todos necesitamos esa parte social que nos da la oficina, especialmente cuando vives sola y apenas tienes contacto con otras personas. Se pueden sostener ciertas relaciones a distancias, pero son relaciones ficticias. Toda relación humana de verdad necesita de presencia, necesita de piel, de olor, de feromonas. Hay tanta información que no se puede transmitir a través de la wifi. Si solamente fuéramos mentales, quizás la cosa podría funcionar muy bien, y de hecho, no funciona mal del todo relacionarse a través de la pantalla, pero a la larga es insostenible.
Se nos olvida que somos animales y que nuestra biología es sensorial, es de carne y hueso, de materia. Cuanto más nos desconectamos, cuanto más nos distanciamos, peor calidad de relaciones, porque necesitamos del otro para enriquecer nuestro punto de vista y nuestra visión, y ese intercambio se produce a niveles sutiles y también energéticos. Como las capas OSI. La capa de aplicación es mucho más que un intercambio de datos, es también la experiencia de usuario. Además, se produce a nivel químico: sin contacto, no hay oxitocina y sin oxitocina, no hay relaciones interpersonales, no hay intimidad ni conexión real. Por eso la presencia es tan importante, por eso vernos, tocarnos, abrazarnos es tan importante. Ni siquiera creo que la realidad virtual sea un sustitutivo eficaz. Pero el tiempo y la tecnología nos lo dirán.
Yo soy una de las afortunadas que disfruta de un amplio teletrabajo habitualmente. Ampliarlo no va a suponer una gran diferencia, salvo en la parte humana. Todos necesitamos esa parte social que nos da la oficina, especialmente cuando vives sola y apenas tienes contacto con otras personas. Se pueden sostener ciertas relaciones a distancias, pero son relaciones ficticias. Toda relación humana de verdad necesita de presencia, necesita de piel, de olor, de feromonas. Hay tanta información que no se puede transmitir a través de la wifi. Si solamente fuéramos mentales, quizás la cosa podría funcionar muy bien, y de hecho, no funciona mal del todo relacionarse a través de la pantalla, pero a la larga es insostenible.
Se nos olvida que somos animales y que nuestra biología es sensorial, es de carne y hueso, de materia. Cuanto más nos desconectamos, cuanto más nos distanciamos, peor calidad de relaciones, porque necesitamos del otro para enriquecer nuestro punto de vista y nuestra visión, y ese intercambio se produce a niveles sutiles y también energéticos. Como las capas OSI. La capa de aplicación es mucho más que un intercambio de datos, es también la experiencia de usuario. Además, se produce a nivel químico: sin contacto, no hay oxitocina y sin oxitocina, no hay relaciones interpersonales, no hay intimidad ni conexión real. Por eso la presencia es tan importante, por eso vernos, tocarnos, abrazarnos es tan importante. Ni siquiera creo que la realidad virtual sea un sustitutivo eficaz. Pero el tiempo y la tecnología nos lo dirán.
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