Llevo una semana de confinamiento por coronavirus. Como no he bajado al médico, ni me ha atendido nadie, no puedo confirmar o desmentir que haya pasado el coronavirus, pero sí he tenido unos días donde he estado muy mal. Empecé con fiebre, luego con la garganta, algo de tos y después la congestión nasal. Ha sido una sucesión de síntomas que me han tenido en cama durante varios días y aislada del mundo por necesidad.
Hasta la fecha no lo he llevado mal, habida cuenta de que he dormido más de lo que he estado despierta, lo cual ayuda a pasar los días. Ahora que me encuentro casi recuperada veremos cómo se capea el estar encerrado. Creo que soy bastante afortunada respecto de esta cuarentena. Tengo silencio y tranquilidad, tengo comida, agua corriente, calefacción, luz, ropa limpia, tengo libros y tengo Internet. También tengo unas vistas decentes que me permiten observar el mundo desde mi ventana. Está totalmente primaveral y Madrid es precioso en primavera.
Tengo la suerte de poder teletrabajar y de vez en cuando tener telcos con algún compañero. Eso me permite tener suficiente contacto social como para no volverme loca. También estoy teniendo videollamadas con mi hermana y su familia a los que he visto más en tres días de lo que llevo en todo el año. Aun así echo de menos a ciertas personas a las que voy a tardar mucho en ver, si es que volvemos a vernos. No lo digo a modo ominoso, pero es cierto que la distancia produce desapego, así que el reencuentro, de producirse, podría ser muy extraño, frío, incluso. Te fuiste siendo un amigo y regresas siendo un desconocido.
Hoy he decidido hacer algo de deporte por moverme un poco, y he hecho una rutina sencilla que he encontrado en Youtube de unos quince minutos. Casi me muero. He perdido toda la forma y es muy posible que mañana tenga agujetas. Mantener la disciplina va a ser difícil, porque no se me apetece nada hacer esto. Pero me temo que tendré que esforzarme porque la reclusión va para largo, aunque espero que de aquí a unos días pueda bajar a hacer compra al menos. Con la limpieza de la casa me cuesta menos. No es que me esté matando a limpiar, pero me recuerda a mi viaje a Japón y la necesidad de mantener las cosas en orden para que un espacio pequeño no se venga encima.
Mis gatas me hacen compañía. Tengo la sospecha de que Ozzy está algo enferma. La noto mustia para lo que es ella y hoy creo que no la he visto comer. Voy a observarla a ver si se confirma. ¿Están abiertos los servicios veterinarios? Ni lo sé. Ozzy no es una gata tan mayor, sobre todo si la comparo con Cafeína, pero puede que esté siguiendo un patrón parecido al de Teína. Este año hará tres que Teína se marchó y sigo echándola de menos. También echo de menos a mi tía Ana y a Héctor. Dentro de no mucho tendré más gente al otro lado del velo que aquí, como para querer quedarme. He pensado que quizás morir por Coronavirus no es tan malo después de todo.
Cuando termine la cuarentena, voy a necesitar horizontes. No sé cómo hay gente a la que no le gusta viajar. Cuando termine la cuarentena, mi mundo estará patas arriba y no voy a saber ni por dónde empezar a recomponerlo.
Hasta la fecha no lo he llevado mal, habida cuenta de que he dormido más de lo que he estado despierta, lo cual ayuda a pasar los días. Ahora que me encuentro casi recuperada veremos cómo se capea el estar encerrado. Creo que soy bastante afortunada respecto de esta cuarentena. Tengo silencio y tranquilidad, tengo comida, agua corriente, calefacción, luz, ropa limpia, tengo libros y tengo Internet. También tengo unas vistas decentes que me permiten observar el mundo desde mi ventana. Está totalmente primaveral y Madrid es precioso en primavera.
Tengo la suerte de poder teletrabajar y de vez en cuando tener telcos con algún compañero. Eso me permite tener suficiente contacto social como para no volverme loca. También estoy teniendo videollamadas con mi hermana y su familia a los que he visto más en tres días de lo que llevo en todo el año. Aun así echo de menos a ciertas personas a las que voy a tardar mucho en ver, si es que volvemos a vernos. No lo digo a modo ominoso, pero es cierto que la distancia produce desapego, así que el reencuentro, de producirse, podría ser muy extraño, frío, incluso. Te fuiste siendo un amigo y regresas siendo un desconocido.
Hoy he decidido hacer algo de deporte por moverme un poco, y he hecho una rutina sencilla que he encontrado en Youtube de unos quince minutos. Casi me muero. He perdido toda la forma y es muy posible que mañana tenga agujetas. Mantener la disciplina va a ser difícil, porque no se me apetece nada hacer esto. Pero me temo que tendré que esforzarme porque la reclusión va para largo, aunque espero que de aquí a unos días pueda bajar a hacer compra al menos. Con la limpieza de la casa me cuesta menos. No es que me esté matando a limpiar, pero me recuerda a mi viaje a Japón y la necesidad de mantener las cosas en orden para que un espacio pequeño no se venga encima.
Mis gatas me hacen compañía. Tengo la sospecha de que Ozzy está algo enferma. La noto mustia para lo que es ella y hoy creo que no la he visto comer. Voy a observarla a ver si se confirma. ¿Están abiertos los servicios veterinarios? Ni lo sé. Ozzy no es una gata tan mayor, sobre todo si la comparo con Cafeína, pero puede que esté siguiendo un patrón parecido al de Teína. Este año hará tres que Teína se marchó y sigo echándola de menos. También echo de menos a mi tía Ana y a Héctor. Dentro de no mucho tendré más gente al otro lado del velo que aquí, como para querer quedarme. He pensado que quizás morir por Coronavirus no es tan malo después de todo.
Cuando termine la cuarentena, voy a necesitar horizontes. No sé cómo hay gente a la que no le gusta viajar. Cuando termine la cuarentena, mi mundo estará patas arriba y no voy a saber ni por dónde empezar a recomponerlo.
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