miércoles, 25 de marzo de 2020

Semana 2

Ayer se cumplieron quince días que me encuentro encerrada en casa por el coronavirus.
Lo llevo bastante bien. He tenido algún momento de bajón, pero ha sido muy puntual. En general me siento bastante apacible, porque me parece una situación soportable. Soy consciente de lo afortunada que soy en mi situación y que eso me ayuda mucho a llevar esto.

Desde hace meses realizo un teletrabajo de cuatro días. Cuando empezó la crisis,era obvio que técnicamente estábamos preparados para el teletrabajo, ya que nuestra actividad no requiere una presencia física, sino telemática. Todo lo gestionamos a través de herramientas ofimaticas y online, y estamos acostumbrados a trabajar distribuidamente. Nuestra actividad se ha mantenido en la crisis y es una suerte poder tener algo que nos mantenga concentrados en algo ajeno a la pandemia, aunque ésta también haya impactado en nuestra actividad.

Además, tengo la suerte de vivir sola con mis gatas. No tengo hijos ni marido con los que compartir mi espacio, ni actividades. No me tengo que organizar con nadie, no tengo que estar pendiente de nadie que no sean mis gatas, no tengo que discutir con nadie. Mi casa es una balsa de aceite. O más bien es una burbuja que me tiene muy aislada del exterior y de la realidad. Al no haber salido a la calle solamente conozco de oídas lo que está sucediendo, pero no lo estoy experimentando. Eso me permite tener una distancia emocional con la situación. También lo facilita el hecho de que no tengo casos conocidos cerca.

Bueno, esto no es del todo exacto. Ayer supe que el novio de mi prima Marisa está ingresado en el hospital por coronavirus, intubado por insuficiencia respiratoria. Lo pilló en un viaje laboral a Francia a principios de mes. Él y las dos personas que le acompañaban. Un viaje que quizás no tendría que haberse producido, pero fue. Quizás tenía que pasar por esto. Yo lo siento fundamentalmente por mi prima, porque después de una vida hipotecada con las oposiciones y dos cánceres de mama, por fin disfrutaba de una vida acomodada y llena de amor. Y ahora llega el coronavirus y lo trastoca.

¿Cómo se puede consolar a una persona en estos momentos? Es difícil. No hay palabras que puedan calmar el dolor, la rabia y el miedo que pasan las personas que tienen a alguien cercano afectado. Simplemente puedes dejarles saber que estás ahí y que los quieres, pero el proceso solamente les pertenece a ellos, y tienen que pasarlo, cada uno a su manera. No hay fórmulas. Pero el dolor hay que vivirlo para poder procesarlo y trascenderlo.

En la tribu ayer surgió una bonita iniciativa de encender una vela por aquellos que se habían marchado sin la compañía de lo suyos y por aquellos que se quedaban sin haber podido despedirse. Yo decidí encender la llama de la diosa oscura, diosa de la muerte y el renacimiento, aunque sea el tiempo de la madre del fuego. Era lo que me pedía mi intuición. Una amiga me ha preguntado qué significaba la diosa oscura y me he encontrado dándole un discurso que hasta yo me he emocionado. Porque la diosa oscura, a pesar de su aspecto aparentemente terrible, me parece amorosísima. Es la que nos acompaña en nuestros tiempos más terribles, dándonos la compañía, el apoyo y el consuelo que necesitamos para realizar un tránsito que es inevitable. Ella no va a impedir el cambio, porque es lo que cada uno necesitamos, pero sí va a estar a nuestro lado, sosteniéndonos, guiándonos, mostrándonos aquello que necesitamos ver.  Y esto incluye la muerte.

Le comentaba a mi amiga que en el grupo pagano se habla de la muerte como el paso al otro lado del velo, para llegar a las tierras del verano. Y si me preguntan qué son las tierras del verano, no son un paraíso, como en las creencias cristianas, sino el regreso a la Fuente de la que procedemos (Fuente, Universo,Divinidad, Dios...como cada uno quiera llamarlo). Es regresar al hogar. Quizás desde nuestro individualismo no captamos que somos parte de un Todo, y ese todo es la Fuente. Y de repente estamos asistiendo a un regreso masivo de almas de vuelta. Para que exista la vida, tiene que existir la muerte. Ése es otro aspecto de la diosa oscura. No es un aspecto cruel, es una ley de equilibrio y de reaprovechamiento, igual que sucede en la naturaleza.

Hoy intentaré salir a la calle. Tengo que comprar cosas en el veterinario y en la droguería. La primera incursión. Me siento hasta torpe pensando en lo que me voy a encontrar. Espero que se dé bien.

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