martes, 9 de abril de 2019

El Bosque

He comenzado un curso sobre el bosque, sobre la conexión con el bosque. El bosque como el hogar de la bruja. Un curso para aprender sus secretos ya olvidados, para recordar lo que ya sé. Y todo de la mano de una mujer como Hyedra, que no solamente escribe muy bien, capaz de evocar imágenes nítidas en tu cabeza, sino que parece poseer un conocimiento vasto sobre cualquier tema relacionado con el paganismo.

De pequeña mis padres solían llevarnos al monte a mi hermana y a mí para pasar el fin de semana. Les gustaba caminar y estar en contacto con la naturaleza, aunque no creo que ellos sintiesen el bosque de una manera espiritual. Sin embargo, ellos tenían esa conexión inconsciente, quizás más con la montaña que el propio bosque, más con la parte masculina que es avanzar, que con la femenina, que es contemplar. Creo que yo tuve también ese vínculo una vez, pero lo perdí con el tiempo, con mi ausencia y la búsqueda de otras aficiones y experiencias dominicales. Ahora al recordarlo, siento nostalgia.

Pienso que mi relación con el bosque ha sido mayor cuando he ido yo sola al campo, porque mi ritmo es más pausado que el de mi familia. Tengo más inclinación a contemplar. Siempre me han gustado las plantas y me he entretenido a mirarlas, siempre he querido saber sus nombres y sus propiedades, aunque tampoco es que me considere una experta. Pero cuando camino sola, me siento más parte de la experiencia.

Aun así, nadie me ha enseñado a sentir el bosque, a conectar con él, en la forma en la que Hyedra parece hacerlo. La unión es tan débil que no parezco tener una pulsión hacia él. No obstante, me gusta pasear entre los árboles y deleitarme en ellos; siento nostalgia al leer los textos de Hyedra, como si recordarse un tiempo antiguo, una vida antigua, donde la relación era más poderosa; siento envidia por aquellas personas que se dedican a sentir a los árboles, como si ellos tuviesen una capacidad de la que yo carezco.

Un parque no es un bosque, pero es lo más parecido que tengo a mano. La energía del parque la siento menos intensa, menos salve y pura. Hay algo artificial en ellos, aunque quizás sus árboles tejan conexiones bajo tierra para crear un ente propio, "el espíritu del parque". Otro organismo hecho de organismos individuales.

No hace tanto que visité uno. Fue al comienzo de la primavera para deleitarme con el aroma de los almendros en flor, y admirar las flores rosas de los prunos. Es simplemente una pequeña aproximación a un mundo de sensaciones, dado que mis sentidos parecen atrofiados por la falta de uso, embotados por el ruido mental.

Me encantaría saber que puedo restaurar el vínculo antiguo y aprender a relacionarme con el parque. Quizás pueda aspirar incluso a comulgar con el bosque y formar parte de él. Como la bruja que puedo llegar a ser.

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