Hace unos días que he llegado al límite de mi control. Es como si tuviera una herida a flor de piel y cada pequeño roce me hiciera saltar. Salto muy mal, con una ira descontrolada, señal de que llevo aguantando mucho demasiado tiempo. Hace unos días le eché una bronca sin parangón a un agente de mi operador móvil porque no movió un dedo por ayudarme en un problema que tenía, y hoy casi salto con el técnico de IT de la empresa por algo similar. Y creo en cualquier momento voy a arrancarle la cabeza a algún minion por cualquiera de las idioteces con las que me vienen últimamente.
Estoy agotada mental y emocionalmente.
Pero cómo se siente la ira circulando por el cuerpo, como un río de lava. Es tan caliente y tan intensa que a veces me deja temblando porque creo que no voy a ser capaz de contenerla. Pura adrenalina. "Y catecolaminas, Mari", que me diría Blanca. Cuatro horas mínimo para eliminarlas del cuerpo, si no se almacenan en el hígado, por ejemplo.
Lo peor es que creo que no salto por el tema en cuestión sino que tiene que ver más con una tendencia acumulada durante años, en los que he tragado y he aguantado todo. Cuando salto, creo que lo hago por las miles de veces que abusaron de mi buena fé, por las miles de veces en que no supe poner límites, por las miles de veces en que no supe hacerme respetar. Y claro, he liberado a Sekhmet y ahora es muy difícil pararla. Así que, de repente, he dejado de ser la tía simpática, agradable, comprensiva y servicial, y me he convertido en una versión más oscura. Y como la gente carece de toda autocrítica, la mala seré yo. Pues seré la mala. Me viene una frase de mi madre al respecto: "mejor que te tengan miedo a que te tengan lástima". Gracias, mamá por tus creencias limitadoras.
Queda poco para el puente. Había pensado en cogerme un día suelto para descansar antes, porque estoy cansada, pero no sé si va a ser factible. Tengo muchas ganas de parar y cambiar de aires.
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