domingo, 24 de noviembre de 2019

Embodiment espontáneo

En algunas de las ceremonias del templo suele haber un embodiment, donde una sacerdotisa hace una corporación de la Diosa para transmitir un mensaje a la persona que se acerca a ella. La sacerdotisa entra en trance, su ego se hace a un lado y presta su cuerpo a la Diosa para que lo ocupe. Es bastante impresionante de ver y, por eso, todos los que estamos en formación lo tenemos un tanto idealizado, como una especie de objetivo lejano y quizás inalcanzable. Esto, al menos, lo pienso yo, que me considero muy mental y me cuesta ceder el control de mi realidad. O así era hasta ahora.

Ayer tuve un "embodiment espontáneo", como Jana lo definió. Compartía con mi grupo que en mis ejercicios espirituales había sentido como si yo no hubiese hecho las invocaciones de la rueda. Era como si me hubiese disociado y estuviese a caballo entre el proceso y ser testigo del mismo. Mi identidad estaba medio diluida en el vacío y lo que más percibía era la energía que me recorría por el cuerpo. Mi cuerpo estaba presente y era mi voz la que hablaba, y las palabras se referían a mí y a mis circunstancias, pero esas palabras no las estaba escogiendo yo. Lo sé porque en un momento me pregunté: "¿esto de dónde está saliendo?".  Estaba canalizando algo.

No me pareció peligroso, ni amenazante, porque yo estaba en otro lugar, pero cuando regresé, estaba tremendamente mareada y confusa. Jana me aconsejó comer bien y llevar alguna piedra que me anclase a tierra, pero ya me había adelantado su sugerencia y estaba desayunando unas porras con colacao y había escogido por pura intuición una pulsera de granates. Tocar tierra para no volarse. Y eso que había hecho el enraizamiento. ¡Qué importante es enraizarse y unirse a lo material!.

Y este episodio me ha recordado otro mucho más antiguo cuando yo aún no había entrado del todo en el paganismo. Fue un examen de dibujo técnico de primero de carrera. Yo recuerdo entrar en el examen y disociarme. Muchas veces he dicho que no fui yo quien hizo el examen, porque mi percepción fue que algo se hizo cargo de todo, dejando a mi ego a un lado como testigo de lo que estaba haciendo. Y aprobé, vaya.

También he recordado otro episodio en clase de álgebra, aunque algo distinto a los anteriores. Recuerdo que entré en clase, me senté, pestañeé y la clase había concluido. Para mí esa clase duró un segundo y no recuerdo nada de lo que sucedió en toda la hora. No tengo conciencia de haber cerrado los ojos y quedarme dormida, aunque quizás sucediera así. Más bien fue como una alteración del tiempo. Fue raro. Hacía mucho que no pensaba en ello.

Me siento contenta por haber tenido la experiencia porque ahora sé que puedo. Si lo he hecho una vez, puedo hacerlo dos (aunque ignoro cómo reproducirlo). Esta mañana, por ejemplo, casi lo consigo otra vez, pero creo que aquí la mente estaba ya en la expectativa, y eso frena. Aquello que me parecía inalcanzable ya no lo parece tanto, lo puedo desmitificar, lo puedo hacer asequible. Esto me da más confianza para recorrer el camino que estoy caminando, por más incierto que me parezca en algunos momentos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario