Y al final sucedió: el temido colapso emocional se precipitó como algo inevitable. No puedo decir que no lo viera venir, pero me creía más fuerte. En un momento me vi tan sobrepasada que me eché a llorar. Por nada en realidad, y por todo, porque llevo un mes muy revuelta emocionalmente, porque siento mucha ira (pero mucha), mucha frustración, porque nada me sale como quiero, porque me he sentido traicionada, porque he sentido que me tomaban el pelo, porque he sentido que no me han dado mi sitio, porque he sentido que no recibía el reconocimiento, la valoración y el aprecio que creo que merezco, porque me he sentido apartada y ninguneada, porque me he sentido débil y vulnerable, porque me he sentido pequeña, porque me he sentido incomprendida, porque me he sentido sola...
Rompí a llorar y no podía parar de llorar. Me dije a mí misma que no iba a evitarlo en uno de esos alardes neptunianos que tengo como recurso, que me iba a permitir sentir toda esa emoción enorme que brotaba en mí y no reprimirla para no somatizarla. Ya he somatizado las anginas, que no deja de ser un síntoma de saturación, no necesito más expresiones corporales. Me tumbé en el sofá con mi manta y me dejé llevar por el llanto durante un par de horas hasta que la emoción fue bajando un poco su intensidad.
Tenía la idea de ir al teatro de una asociación cultural del barrio, que traían una obra basada en la leyenda artúrica, pero no tenía fuerzas. Tampoco para ir al gimnasio ni para salir a pasear, porque fiebre no, pero tenía mal cuerpo. Sólo quería replegarme en mí misma y cuidarme desde dentro, donde mi adulta se encuentra con mi niña y se hace cargo de ella para hacerla sentir que es querida, protegida, cuidada y valorada. Vi que la vorágine es tal que tengo que simplificar y limpiar en mi vida. Así que decidí salirme de varios chats de whatsapp para empezar. Voy a revisar mi agenda y mis rutinas y hacer ajustes. Necesito espacio para poder respirar. Necesito silencio para poder escucharme. Necesito parar los procesos mentales. Necesito recogerme en mi cueva (que viva el ala 5). Necesito ser mi prioridad y dejar de volcarme hacia fuera.
Si tuviese vacaciones sería más sencillo, pero como queda un poco para que lleguen voy a tener un reto interesante. La verdad que solamente pienso en la huida: trabajar en remoto y aisladamente toda la semana, no ir a la cena de empresa, apagar los móviles, cogerme una excedencia...
Necesito diversión. Necesito cerrar el año. Necesito que la vida me sonría.
Rompí a llorar y no podía parar de llorar. Me dije a mí misma que no iba a evitarlo en uno de esos alardes neptunianos que tengo como recurso, que me iba a permitir sentir toda esa emoción enorme que brotaba en mí y no reprimirla para no somatizarla. Ya he somatizado las anginas, que no deja de ser un síntoma de saturación, no necesito más expresiones corporales. Me tumbé en el sofá con mi manta y me dejé llevar por el llanto durante un par de horas hasta que la emoción fue bajando un poco su intensidad.
Tenía la idea de ir al teatro de una asociación cultural del barrio, que traían una obra basada en la leyenda artúrica, pero no tenía fuerzas. Tampoco para ir al gimnasio ni para salir a pasear, porque fiebre no, pero tenía mal cuerpo. Sólo quería replegarme en mí misma y cuidarme desde dentro, donde mi adulta se encuentra con mi niña y se hace cargo de ella para hacerla sentir que es querida, protegida, cuidada y valorada. Vi que la vorágine es tal que tengo que simplificar y limpiar en mi vida. Así que decidí salirme de varios chats de whatsapp para empezar. Voy a revisar mi agenda y mis rutinas y hacer ajustes. Necesito espacio para poder respirar. Necesito silencio para poder escucharme. Necesito parar los procesos mentales. Necesito recogerme en mi cueva (que viva el ala 5). Necesito ser mi prioridad y dejar de volcarme hacia fuera.
Si tuviese vacaciones sería más sencillo, pero como queda un poco para que lleguen voy a tener un reto interesante. La verdad que solamente pienso en la huida: trabajar en remoto y aisladamente toda la semana, no ir a la cena de empresa, apagar los móviles, cogerme una excedencia...
Necesito diversión. Necesito cerrar el año. Necesito que la vida me sonría.
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