martes, 12 de febrero de 2019

Friend or Foe

"Al trabajo no se va a hacer amigos". No sé dónde oí esa frase, pero es una máxima que he seguido en la mayoría de los trabajos que he tenido. Quizás a una evitadora como yo le sirva además para tener una excusa que le impida profundizar más en las relaciones con sus compañeros. Por lo que sea, siempre me he dedicado más a mi trabajo que a mis relaciones sociales en el trabajo. Sin embargo, con eso de que el roce hace el cariño, inevitablemente se terminan creando ciertos lazos de mayor o menor cercanía, incluso a algunos podría llamarlos "amigos".

La gente va y viene, y algunos permanecemos. Es en este grupo donde guardo un puñado de personas más cercanas por las que siento más aprecio. Jaime es una de ellas.

Nos conocemos desde hace varios años, desde que ambos coincidiéramos en el grupo de seguridad, más tarde reconvertido en el mercado de servicios financieros. Nuestra relación siempre fue buena. Jaime es un buen chaval, una persona agradable de trato, incluso entrañable, aunque un tanto expansivo. Recuerdo que a Carlitos lo ponía negro con su parloteo, hasta el punto de que le dio el nombre de "Capitán Pánico", porque todo lo que le pasaba en los proyectos lo radiaba como si estuviese embarcado en una gesta heroica. Había aquí un tanto de marketing por su parte, intentando quedar como un tipo dinámico, capaz, resolutivo y carismático. Ni tanto ni tampoco, diría yo.

La trayectoria de Jaime ha sido curiosa porque terminó siendo el eterno "deputy" en el sector de Homeland. Yo creo que le encantaba ese título, tener un estatus que le diferenciara del resto del grupo, aunque era un título más oficial que oficioso. Tuvo muchos problemas con otros compañeros del sector porque estos no reconocían su autoridad; le cuestionaban constantemente y no le pusieron las cosas fáciles. Hubo también algún enfrentamiento más o menos sonado, que tampoco ayudó a que las cosas mejoraran. Y he de decir, que tampoco Pedro gestionó adecuadamente la situación.

Hace unos meses, Pedro abandonaba ARI, el mercado se fragmentaba, y defenestraban a Jaime, que pasó a ser uno más en el sector. Jaime se sintió totalmente humillado y se cabreó enormemente con Pedro por el trato recibido. En cierta forma, pienso que sintió que el contrato psicológico no se había cumplido, y no le quito razón en parte de esa forma de pensar. Pero, en mi opinión, no ha gestionado bien la situación, y mucho menos la emoción. Ahora se siente tan mal, que solamente desea abandonar el sector, y solamente tiene un destino en la cabeza: ¡venirse a mi grupo!

Está obsesionado con esta idea, que me parece malísima. Jaime nunca fue un buen gestor, ni tuvo gusto por las actividades administrativas, por no decir que siempre fue un poco señorito para asumir algunas. Y, precisamente, es ésta la característica principal del grupo: somos un grupo al servicio de otros, y debemos tener una vocación de servicio, que creo que él no tiene. Por otro lado, considero que su fuerte es el networking, ya que tiene una facilidad especial para entablar conversaciones y relacionarse, algo que a él le encanta. Como diría Crisis: pajarear y viajar. En mi grupo va a perder todas esas cosas que a él tanto le gustaban: se acabaron los viajes, las asistencias a conferencias, acudir a foros especiales, el mandar sobre gente...Él dice que eso no le importa, pero yo sé que no es cierto. Joder, que es un eneatipo 3.

Desde que hace campaña, me viene contactando de cuando en cuando para ver sus posibilidades, e intentar camelarme. Yo, cada vez, intento hacerle ver que mi grupo no es el sitio donde él debería acabar, no solamente por él, sino principalmente por mí. Mi responsabilidad es hacia mi grupo, y no creo que sea el mejor candidato. No lo veo para nada. De hecho, es esto lo que me tiene dividida internamente: por un lado, siento que no estoy ayudando a un amigo, pero por otro lado, debo buscar lo mejor para mi grupo. Y para mí.

Como no lo veía claro, comenté con mi jefa la situación, y ésta ha considerado que lo mejor que podía hacer era ofrecerle un proyecto en cliente en el departamento de consulting. Nada que ver con nuestro departamento, ni culturalmente, ni en ritmo, ni en tiempos, ni en exigencias. La propuesta ha debido acojonar un tanto a Jaime, que pronto expresó su deseo de permanecer en nuestro departamento, incluso en el sector de Homeland, por a disgusto que se sintiera en él. Todo por no acabar en consulting. Ahora tiene pendiente una charla con nuestra directora para explicarle su posición, intentando que ella no se quede con una impresión equivocada sobre él.

Por ello, quiso hablar conmigo ayer, para conocer un poco el contexto de mi conversación con ella. Accedí a hablar con él, aunque sabía que la conversación no me iba a gustar demasiado. Y pronto llegó el reproche: le habría gustado que no hubiese sido yo quien mencionara el tema a nuestra directora. En parte tiene razón y está en su derecho en expresarlo (me parece hasta sano), pero olvida que yo soy una jefa de mercado. Simplemente le dije que había obrado como consideré que tenía que hacerlo. No le pedí perdón y no me justifiqué más. Yo no tengo que explicarle mis actos.

Pero el acabose fue cuando hizo una especie de amenaza, advirtiéndome que cuando hablase con nuestra directora, iba a decirle que quería venirse a mi grupo. Le animé a que lo hiciera, porque está en su derecho a exponer sus intereses como él prefiera, pero no me gustó el tonito con que lo hizo. Y mis sentidos arácnidos aumentaron su intensidad. Si antes tenía dudas, ahora tengo muchas menos.

No sé muy bien cómo va a cerrarse este tema, porque hay muchas posibilidades. Una es que, efectivamente, tenga que hacerle un hueco, pero no me va a gustar. Y tengo que tener cuidado en cómo manejo la situación, para que esto no acabe en un caso de mobbing. Y el caso es que temo que pretenda llegar al grupo como si se trata del desfile triunfal de los emperadores romanos, queriendo tener un estatus especial y unas condiciones más favorables que otros. Y por ahí tampoco.

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