domingo, 24 de febrero de 2019

Ávalon


De vuelta en la isla de las manzanas. No pensé que regresaría tan pronto, pero los impulsos surgen así, espontáneamente y de improviso. Éste surgió en plenas Navidades, cuando estaba más sedienta de aventuras y actos irracionales. Luego en frío, me entra cierto temor anticipando el futuro y las posibles situaciones: ¿seré capaz de hacerlo? La respuesta es sí.

Es una de las paradojas de mi vida. Estoy acostumbrada a viajar por trabajo, yendo a sitios de lo más recóndito, y sola. Y todavía me sigo planteando si puedo hacer viajes sola por ocio. No hay mucha diferencia entre unos y otros, pero anímicamente lo suponen. Estar sola no es un problema para mí, aunque preferiría compartir el viaje con gente, pero vista cuál es mi actual situación, me temo que voy a tener que hacer muchos viajes en solitario en el futuro. La recompensa es una forma de satisfacción de saberte capaz.

Febrero no es quizás el mejor momento para viajar, pero tampoco lo pensé mucho. Ir al norte significa que habrá pocas horas de luz y que la tierra aún estará bajo el manto invernal. Hay menos gente, también es verdad, lo cual hace disfrutar los sitios de otra manera. Pero cuando llegué a Inglaterra el tiempo no era tan desagradable como cabría esperar, y las primeras flores empezaban a lucirse. Snowdrops y crocus, fundamentalmente, aunque también había narcisos. Me encantan los narcisos. También había muchos pájaros, fundamentalmente mirlos, cuervos, petirrojos y carboneros. Me gustan las aves, pero soy más de mamíferos, y sin embargo, en este viaje son las aves las que más han captado mi atención. He estado muy sensible a sus movimientos entre los arbustos en busca de comida, a sus cantos, a sus colores y a sus movimientos. ¿Qué puede significar? Ha sido increíble ver a los cuervos volar aprovechando el aire intenso del Tor, contemplar sus maniobras de aterrizaje perfecto, dejarse llevar por las corrientes...

Ávalon es un lugar muy especial, aunque no sabría describir bien por qué. No solamente es el paisaje, que es como un mar de campos verdes infinitos (al menos es la vista desde el Tor), sino que hay algo allí que la hace única. Supongo que será la energía telúrica, que se siente muy fuerte en toda la zona. Para mí, la energía es especialmente fuerte en la zona de la abadía, donde serpentean y se entrecruzan las líneas de María y Miguel. Sigo sintiendo más fuerte la línea de María, la vertiente femenina. A ratos es intensa y embriagante, como si hubiera tomado una copa de más que se me hubiese subido a la cabeza. La energía se siente en el cuerpo, lo cual es mucho decir para alguien tan mental como yo.

Precisamente es ese aspecto mental uno de los que más he descubierto en este viaje. Cuánto tiempo me paso pensando y racionalizando, tanto que soy incapaz de sentir y percibir nada más. La mente es como ruido que atonta el resto de sentidos. Normalmente es un ruido al que estoy acostumbrada, pero en este viaje ha sido tan molesto, que la he tenido que mandar callar para que me dejara conectar de otra forma. Necesitaba sentir mi cuerpo especialmente y las sensaciones que llegan a través de los sentidos, el tacto, fundamentalmente. Callada la mente, he podido disfrutar mucho más de cada rincón del lugar.

La primera vez que viajé a Ávalon, en agosto del año pasado, no tenía una idea preconcebida de lo que iba a ver y experimentar allí. Fue un viaje muy puro y que me regaló muchas experiencias. Esta segunda vez ha sido diferente porque ya no es un viaje vírgen y sí, había expectativas. He tenido que luchar contra esto también para poder apreciar el viaje. El mensaje de Nuhmen fue como un toque de atención: "ábrete a la experiencia". Sí, se trata de eso, de recibir lo inesperado, en vez de forzar lo que crees que tienes que vivir. Por ello, la subida al Tor ha sido muy diferente a la de aquella primera vez donde vi mi vida anterior. Pero no puedo decir que haya sido menos mágica, porque fundamentalmente la he sentido a ella, a la Diosa, a través de sus plantas, de sus animales, de sus caminos ondulados, de su aire...todo el paisaje exuda a Ella. Y me llega su mensaje:  "no necesitas aprender nada, todas las respuestas están ya en ti. Eres una guardiana del conocimiento".

Por el trabajo de Imbolc de la Espiral, ahora estoy trabajando con Cabar Sul, diosa de las aguas termales y del canto. Pero estaba invocándola cuando se presentó Brigid y me lo impidió: "Aquí me invocas a mí". Brigid es muy fuerte en Ávalon, y más en estas fechas, su tiempo. No encontré una diosa niña inocente, sino una doncella guerrera. Menudo carácter, menudo poder. Y así me di cuenta de que estaba forzando mi conexión con la Diosa. Yo quería conectar con un aspecto infantil, porque creo que es un trabajo personal que tengo que hacer en relación con mi niña interior, pero quizás no es la energía para mí. Quizás yo necesito conectar con las diosas de la batalla, por lo que sea. De hecho, en mi visita al templo de la Diosa conecté con Morrigan, otra diosa guerrera. Me sorprendió porque no estamos en su estación. Y ella me dijo: "mis colores son el rojo y el negro. Rojo por la sangre y negro por la batalla. Todas las batallas son oscuras, especialmente las que se libran en nuestro interior. Prepárate para la batalla". Y se quedó tan ancha. Pero no hace falta que me lo diga, yo siempre estoy preparada.

Quizás el sitio que más me gusta de Ávalon es el White Spring, el del manantial blanco. Es más famoso y apreciado el Chalice Well, el del manantial rojo, pero yo me siento mucho más integrada en aquél. Se trata de un templo dedicado a tres deidades: el dios astado, la diosa oscura y a Brigid. En el centro hay una serie de albercas que recogen el agua del manantial y la canalizan, pero parte de ella se desborda e inunda el suelo del templo y sus altares. Tiene una luz muy tenue debido a las velas de los altares y la escasa luz natural que entra en el lugar. Sé que no es para todos los gustos, pero a mí me encanta. Me siento muy a gusto allí dentro y podría pasarme horas con los ojos cerrados. También me di un baño en las aguas frías del manantial. Creo que es la primera vez que me baño desnuda delante de tanta gente, pero no me importó, porque hice lo que quería hacer.

Cada una de las deidades tiene un altar especial, donde poder pasar un rato con ellos. En el altar del dios astado hay un mayo cubierto de cintas, y se accede a través de un portal de madera. Allí había una chica cantando al dios, con una voz preciosa. Me senté a su lado sintiendo la energía de su melodía.
El altar de la diosa oscura es más incómodo, porque parece simplemente una hornacina donde se sientan una señora negra y su hijo. Recuerda a la virgen de Guadalupe. Es el altar más expuesto.
Y luego está el espacio de Brigid, bajo un techo de ramas cubierto de cintas, con un gran candil en el centro. Es un lugar muy especial. Yo nunca había tenido mucho contacto con las diosas doncellas, pero desde el año pasado, me siento más vinculada a Brigid. Miré el cuadro que preside el altar, que muestra a Brigid y su fuego. Y entonces me di cuenta que ese fuego se relaciona con el segundo chakra, nuestro centro de la creatividad y la creación, y entonces supe que es allí donde reside la niña interior, que es la parte de nosotros que tiene todos los recursos y todo el potencial.

Me habría gustado pasar más tiempo en el White Spring, pero tiene unos horarios muy malos. En general, al menos ahora en invierno, todo cierra muy pronto, a las 16:30, con lo que no hay mucho que hacer pasada esa hora y cuando llega la oscuridad. Recogida en mi hotel, me he pasado un buen rato del tiempo leyendo. Estoy con la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, y prácticamente me he fusilado el segundo libro en ese fin de semana. Por supuesto, en Ávalon la energía te sostiene, y se reducen las ganas de dormir y de comer. La vuelta a Madrid es un mazazo brutal.

Creo que lo único que me ha quedado por volver a ver son a Gog y Magog, los robles milenarios. Bueno, y el cementerio, que todo el mundo dice que es muy mágico, pero no he encontrado el momento de ir. Todo lo demás lo he cubierto: la abadía, el Tor, el Chalice Well, el White Spring, la capilla de María Magdalena, el Espino Sagrado, el templo de la Diosa. Compras he hecho, pero no como la vez pasada, he estado más comedida, o más tacaña, no sé. Ahora tengo que dejar que la energía se asiente. Dos días no son equiparables a diez, supongo  que la procesaré más rápido en esta ocasión. Ahora regreso a las diosas íberas, aunque no puedo evitar sentirme atraída por las diosas celtas, que han sido mis orígenes. Morrigan y Brigid, ¿qué queréis de mí?

Ávalon, volveremos a vernos.

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